El centro de día Villalba ofrece una actividad entretenida y útil para las personas usuarias. Un taller con un objetivo cotidiano y con la cual los usuarios disfrutan tanto de la propia actividad, como de los compañeros y compañeras.
Rocío, Carlos, Paco y Pablo nos muestran cada detalle del taller y hacemos un seguimiento de los pasos a desarrollar hasta que llega la hora de probar aquello que habrán cocinado.
Raquel y Carlos, educadores del centro de día, son los coordinadores de este taller. Ellos ayudan a los usuarios, les indican y orientan en sus labores. “Hacemos platos que se puedan hacer en casa, que sean funcionales para ellos”, nos comenta Raquel.
Este taller del centro se divide en dos grupos; uno de iniciación al que van personas que acaban de entrar en el taller y que no han cocinado nunca; y otro grupo avanzado que lleva más tiempo en esta actividad y que se manejan más en la cocina. La organización del taller corresponde a que los grupos se van turnando cada semana. Una semana un grupo planifica el menú y el presupuesto y otro cocina.. Tras proponer las recetas, los usuarios y usuarias votan aquella que más les apetezca elaborar y a partir de ahí el centro les da el dinero acordado bajo presupuesto y van al mercado a comparar los precios entre aquellos ingredientes que van a utilizar para la confección de la receta.
El objetivo de este taller se centra en que las personas usuarias desarrollen capacidades en la cocina para que luego ellos y ellas puedan hacerlo en casa. Raquel nos explica que la organización completa del taller depende de ellos; cálculo del presupuesto, compra en el supermercado, preparación…
De la planificación a la elaboración
El mismo día de la elaboración del plato los usuarios van al mercado y compran los ingredientes.
Carlos, Rocío, Pablo y Paco entran por la puerta. Carlos sujeta una libreta donde tiene apuntado todo lo que deben comprar y cuáles son los pasos para que el plato quede de restaurante.
“Vamos a comer judías con condimento, y de postre, piña”, nos explica Carlos mientras se ríe. Carlos nos sigue aclarando el procedimiento, “Tenemos los ingredientes y vamos al supermercado a ver el precio que tienen y si están dentro del presupuesto pues adelante”.
El presupuesto con el que cuentan es de 20 euros para las seis personas que forman el taller. Los trabajadores del centro nos afirman que rara vez se pasan de tal presupuesto, normalmente les sale más barato y, que cuando tal cálculo es muy bajo pueden homenajearse con el postre. “Está muy bien porque además entre todos y todas aprendemos a ahorrar” nos concluyen los coordinadores del taller.
Los participantes del taller saben que antes de salir a comprar hay que tener en cuenta ciertas premisas para que el taller salga lo mejor posible: coger bolsas y modificar las cantidades ya que hoy hay más miembros en el grupo de lo que se esperaba en un principio. Así, Carlos empieza a modificar en alto las cantidades y nos lee el precio de los ingredientes que han ido a ver anteriormente a la tienda. Miran si hay ingredientes que se puedan aprovechar, piden dinero a los “jefes” – tal y como dice Carlos-, ¡y a comprar!
“Me gusta porque es entretenido. Porque sales, vas al supermercado, la cocina… Muy divertido coger los productos… a mí me gusta hacerlo y comer. Es más taller de grupo porque por ejemplo, en El rincón del artista tú haces tu cuadro, tu pintura, tu manualidad… Pero no hay un grupo que esté haciendo algo en conjunto”, nos informa Paco. Pablo a su vez añade su grano de arena sobre la opinión del taller “Me gustan los talleres en grupo, con la gente. A mi madre de vez en cuando la ayudo en la cocina”.
En el supermercado cogen un carro, y eligen los productos. Pablo se para en un expositor para probar unas fresas de degustación. Van a la caja, pagan, y esperan a que les den la factura. “¡Muy bien chicos, solucionado!” expresa con alegría Carlos a sus compañeros. La vuelta al centro de día concluye este paso intermedio.
¡A comer!
“Hay que lavarse las manos antes de hacer la comida y ponerse el delantal”. Nos ubican los usuarios. Y se ponen manos a la obra.
Con una actitud de muy buen compañerismo se reparten las tareas. Pablo pela las cebollas, Paco y Carlos pelan las patatas y Rocío lava las judías.
Pablo nos da a probar de un tupper unos riquísimos macarrones que él mismo ha hecho en casa. El taller de Juan Palomo pretende que los usuarios apliquen los conocimientos fuera del taller. Así es como todas las semanas un usuario aleatorio tiene que hacer lo cocinado en casa y traer una muestra a los compañeros mientras explica cuales han sido los pasos de elaboración.
Mientras cada uno se encarga de una tarea diferente hablamos de diferentes temas. La risa forma parte del taller. Mientras cocinan van compartiendo opinión sobre otras actividades, trucos en diferentes recetas…
Entre todos calculan las cantidades y la elaboración: el agua, las judías, el chorizo, la morcilla… Gracias a este taller los usuarios adquieren unos conocimientos de cocina provechosos y de gran validez.
La limpieza es algo básico en el taller. A parte de que los usuarios son limpios en cuanto al manejo de la comida, según van terminando de hacer una tarea van recogiendo, guardando a la vez todo aquello que ya no es necesario. Cuando han terminado de comer, se hace otra vez la repartición de tareas para el barrido, recogida y friegue de los utensilios utilizados y de la sala.
Las judías ya están listas. Los nuevos cocineros van poniendo la mesa mientras Carlos se ofrece para repartir. “¡Hemos hecho un plato que no veas!” dice Rocío exaltada.
Nos sentamos en la mesa, cortan el pan y… ¡A comer!
El taller en fotos en: http://www.flickr.com/photos/68621334@N06/sets/72157629154042919/
Sara A. Sáinz Ávila Periodistas