Hoy es 26 de mayo de 2021. Puede que este día no te diga nada. No es festivo, no se conmemora ninguna efeméride a nivel mundial, ni siquiera nacional, entonces, ¿por qué un artículo para este día?

El 26 de mayo de 2020 fue el primer día en el que se volvió a los centros de atención diurnos. Fue el pistoletazo de arranque después de 47 días totalmente confinados, y de 71 días desde que dejamos los puestos de trabajo en el despacho, centro, comunidad y arrancó el teletrabajo. Llamadas, jornadas sin límites, nuevas planificaciones, preocupaciones (por todo), la nueva conciliación familiar…, proceso que en principio iba a durar 15 días.

El 26 de mayo de 2020 fue arrancar de nuevo algo que “nunca se detuvo”, fue volver a los centros de rehabilitación psicosocial, donde al entrar solo las plantas indicaban el tiempo que había pasado. Estaba todo igual… y no. Esos centros que nos devolvían que antes las cosas eran diferentes y que ahora exigían cambios para poder ser aprovechados al máximo. Hubo que prepararlos concienzudamente; marcar las distancias, poner puntos de desinfección, estimar los aforos, redoblar la limpieza de los espacios usados, acordar cómo íbamos a transitar por ellos, evitar aglomeraciones…

Fue un día muy ¿raro?, ¿especial?, ¿complicado?, ¿ilusionante? Aquel día creo que sí que hubo emociones, y muchas. “Volver al centro”, qué significado tenía eso. Reencontrarse con los compañeros y compañeras, volver a ver a aquellas personas con las que pasas la mayor parte del día, ver que todas estaban “bien”, recuperar rutinas y hábitos pasados, en ese presente. Por otro lado, el miedo, la incredulidad, la incertidumbre, la incomodidad… ¿tendríamos de todo para hacer frente al COVID en los centros?, ¿de verdad era el momento de volver?, ¿habría mascarillas?, ¿gel a disposición?, ¿cómo es el termómetro?, ¿la limpieza?, y las citas con las personas que atendemos ¿serán seguras?, ¿qué distancia?, ¿cómo haremos?; y el transporte, ¿el metro?, ¿el tren?, ¿el autobús?; ¿la conciliación?, cómo hacerlo, niños y niñas todavía estudiando en casa; el nuevo sistema de comunicación con videollamadas, las reuniones multiplicadas por mil… qué iba a pasar en esta “nueva normalidad”, cómo sería ese proceso de transición… y por supuesto la distancia social, la que nos alejaba del compañero/a estando tan cerca, la que impedía tocar, abrazar, besar, compartir espacios como la comida o el descanso… aliviar la ansiedad del otro con el contacto humano. Eso también era parte de la vuelta.

Esos primeros días fueron muy extraños para todos y todas. Había que volver ¿pero?… Era necesario ir retomando los procesos de la gente, procesos que nunca se habían abandonado. Las necesidades habían cambiado, los objetivos eran distintos, había que estar y estábamos en la vida de las personas, acompañándoles pero de una manera diferente. Que el contexto y la experiencia vital fueran los mismos para todo/as nos ayudaba a empatizar, pero a la vez dificultaba separar nuestro propio momento personal-emocional del de las personas que atendíamos.

Desde estos dos días han pasado muchas cosas. En el exterior una segunda ola, y una tercera y casi una cuarta; confinamientos en el domicilio, en la zona básica de salud, en la comunidad; filomena; las primeas elecciones con COVID… y las segundas, las terceras y las cuartas; pérdidas irremplazables. Y en el interior… ¿qué nos ha pasado en el interior?, ¿qué cambios hemos tenido que afrontar cada uno?

Ha pasado un año. Hay cosas que tenemos más integradas, y está el plan de vacunación que sigue dando muchas esperanzas. Nos hemos reinventado y ahora toca deconstruir o construir a partir de ellos cambios, quedarnos con los aprendizajes que nos ayudan en el quehacer diario, descartar lo que no ha sido solución, sino rémora. Ha sido un mantra que de esta saldríamos mejor.

¿Te acuerdas de tu 26 de mayo de 2020?