¿Qué es el estigma?

El estigma surge de los estereotipos que tenemos sobre ciertos grupos de personas. Para nuestro cerebro, que es vago e intenta trabajar lo menos posible, los estereotipos son útiles, porque clasifican a las personas de forma rápida. Cuando estamos de acuerdo con los estereotipos, y estos nos hacen sentir cierto rechazo, se generan los prejuicios. La discriminación sería el resultado de actuar y comportarnos en base a nuestros prejuicios, de forma que se hiciera algún tipo de daño hacia el grupo discriminado. La consecuencia de sufrir discriminación sería el estigma.

Pero, ¿qué consecuencias tiene sufrir estigma?

Distintos estudios indican que el estigma impacta de forma negativa en la vida de las personas ¿por qué? Aquellas personas que sufren estigma tienen más dificultades para buscar ayuda, mantenerse en tratamiento, relacionarse con otras personas y, en general, tienen una peor autoestima. Igualmente, debido a la discriminación, tienen más dificultades para comprar o alquilar una casa, incluso para encontrar trabajo. Todo esto tiene un efecto negativo, sobre todo cuando hablamos de prevención, rehabilitación y calidad de vida de las personas con trastorno mental, ya que puede impedirles llevar una vida normalizada.

¿Por qué pasa esto?

Gran parte de la gente es consciente de los prejuicios hacia las personas con trastorno mental. Por ello, es posible que aquellas personas con síntomas eviten buscar tratamiento, de esta forma, tratarían de evitar el estigma que la etiqueta de trastorno mental conlleva, y las consecuencias de este.

¿Qué podemos hacer nosotros?

Está claro que el estigma nos afecta negativamente a todos, no sólo a la gente que lo sufre, por las consecuencias que veíamos anteriormente. El estigma nos convierte en una sociedad menos inclusiva, menos compasiva, más asustada y menos diversa. Todos tenemos prejuicios hacia una multitud de cosas, y no es nuestra culpa tenerlos, como decíamos antes, el cerebro es vago. Sin embargo, sí que es nuestra responsabilidad ser consciente de cuando sostenemos estos prejuicios y no actuar en base a ellos.

En un estudio que analizaba los prejuicios de la población española hacia personas con trastorno mental, se encontró que:

  • En general, la gente no tiene mucho conocimiento sobre este, confundiendo muchas veces el trastorno mental con la diversidad funcional.
  • Existe la creencia de que la gente con trastorno mental no era capaz de manejar su dinero.
  • Se estaba a favor de medidas coercitivas, como obligarles a seguir un tratamiento o tomar ciertas decisiones por ellos.
  • Aparecían estereotipos como la peligrosidad, impulsividad e impredecibilidad de estas personas.
  • Las ideas sobre la importancia de que estuviesen en centros, apartados del resto de la sociedad, eran comunes.
  • Solía haber buena predisposición para ayudarles.
  • Muchas veces inspiraban pena.

Nadie se escapa de los prejuicios

En el mismo estudio se exploró los prejuicios y actitudes de profesionales que trabajaban con personas con trastorno mental. Si bien estos tenían más conocimientos sobre el funcionamiento de los trastornos mentales y, en general, menos prejuicios, también sostenían actitudes relacionadas con la pena y las medidas coercitivas.

¿Es bueno el estigma benevolente?

El estigma benevolente sería el resultado de sostener creencias sobre la incapacidad de un colectivo. Estas creencias generarían sentimientos de pena, que llevarían a la gente a actuar de forma sobreprotectora, infantilizar a dicho colectivo o tomar decisiones por ellos. De esta forma se tomarían medidas para “ayudar” al colectivo, que resultarían en un incremento de su dependencia.

Muchas veces se apela a la piedad, incluso en campañas anti-estigma, para acercarnos a esta población. Sin embargo, esto puede ser una “malentendida caridad”, dado que desde la pena nos estamos posicionando claramente por encima del grupo que nos evoca esta emoción. Esto implica un aumento en la jerarquía que se establece entre personas “sanas” y personas “enfermas”. La enfermedad implicaría una pérdida de poder, que sería perpetuado por el estigma y la piedad, dando a entender que las personas enfermas son inferiores y diferentes a las sanas. Esto puede ser peligroso, ya que cuando actuamos desde la pena, estamos tratando a este colectivo como si fuese diferente a nosotros, y la percepción de la diferencia es la base del estigma.

Además, el estigma benevolente puede llevar a un incremento en las respuestas coercitivas, al percibir a las personas con trastorno mental como incapaces (si estás por debajo de mí, yo sé mejor que tú que es lo que tienes que hacer). En ese sentido, quizá la ayuda que brindamos (y que parece que muchas veces estamos dispuestos a dar) debería ir en pos de incrementar la autonomía de estas personas, otorgándoles más poder de decisión en sus vidas.

¿Cómo disminuir las actitudes relacionadas con el estigma benevolente?

En un estudio hecho con alumnos universitarios de Psicología, estos, en línea lo que se ha encontrado en personal sanitario ejerciente, sostenían creencias relacionadas con la coacción, pena y necesidad de ayuda de este colectivo.

Con el objetivo de disminuir este tipo de actitudes se diseñó e implementó una intervención basada en las estrategias de educación y contacto social.

La educación se centra en reemplazar mitos sobre el trastorno mental con hechos probados que los contrarrestan. Mientras que el contacto social se centra en hacer que la gente se implique en interacciones con personas con trastorno mental. Esto hace menos probable que se sostengan actitudes prejuiciosas, dado que se comprueba que los prejuicios no son ciertos.

La intervención se basó en el debate de mitos sobre el trastorno mental como estrategia de educación. Como estrategia de contacto social se empleó la escucha de un testimonio en vídeo. En el vídeo una persona con esquizofrenia hablaba de su experiencia, de cómo había vivido el diagnóstico, de qué inconvenientes había encontrado en su vida, pero también de qué cosas había conseguido.

Tras la intervención, las actitudes relacionadas con forzar a las personas con trastorno mental a seguir un tratamiento disminuyeron muy significativamente. Sin embargo, aquellas creencias relacionadas con la necesidad de ayuda especial de esta población y con la pena no se redujeron en lo esperado.

De esto podemos hipotetizar que estrategias como el contacto social y la educación son efectivas con creencias más explícitas, como aquellas relacionadas con la coacción. Sin embargo, parece que no son tan eficaces con creencias que pueden ser más implícitas o sutiles, como aquellas relacionadas con la pena. Esto podría ser debido a que los efectos y consecuencias de sostener este tipo de creencias son menos visibles, o suelen tener una connotación social positiva.

Si bien, lo que sacamos en claro es que ser conscientes de nuestros prejuicios y desafiarlos, ya sea informándonos o relacionándonos con personas con trastorno mental, funciona para reducir el estigma. En ese sentido, puede que el estigma benevolente sea más resistente y pase desapercibido, lo que implica que necesitamos hacer un esfuerzo extra y estar más atentos a qué sentimos y a cuándo nos movilizamos desde la pena. Al fin y al cabo, entablar relaciones horizontales es lo que nos acerca a la inclusión.

Elena Castelló presentó su TFM al premio TFM Contra el Estigma de la cátedra UCM-Grupo 5 Contra el Estigma