“Sometimes, it is the people no one can imagine anything of who do the things no one can imagine.”
― Alan Turing
A veces, la persona que nadie imagina capaz de nada es la que hace cosas que nadie imagina. Esta frase se atribuye al matemático Alan Turing. Este inglés, vivió en la primera mitad del siglo XX y es considerado uno de los padres de la ciencia de la computación y precursor de la informática moderna.
Durante la Segunda Guerra Mundial, trabajó en descifrar los códigos nazis, particularmente los de la máquina Enigma, trabajo que se estima que adelantó la victoria aliada entre dos y cuatro años.
Pero pese a estos logros, su vida y en especial su muerte estuvieron marcadas por el rechazo social que vivió.
A los cuarenta años fue condenado por mantener una relación con otro hombre. Turing no llegó a ir a la cárcel porque prefirió someterse al tratamiento de castración química que se le ofreció como alternativa para evitar la prisión. Murió dos años después, envenenado al morder en su laboratorio una manzana impregnada de cianuro. El juez forense de la época concluyó que se había suicidado, quizás por el sufrimiento que le suponían los efectos secundarios que la castración química tuvo en su cuerpo.
Hoy en día, podemos ver que fue víctima de una sociedad con prejuicios y discriminadora, en su caso, homófoba.
El año que se suicidó A. Turing, el psicólogo estadounidense Gordon Allport publicó La naturaleza del prejuicio, en ella define el prejuicio como “una antipatía basada en una generalización inflexible y errónea, que puede ser sentida o expresada, dirigida hacia un grupo como totalidad o hacia un individuo por ser miembro del grupo”.
De este modo, siendo miembros de un grupo (pertenecientes a una categoría social) proyectamos y mantenemos ideas erróneas sobre los otros grupos (exogrupos), perpetuando su discriminación y la desigualdad.
Como psicólogo social, y parte del equipo del Centro de Día Espartales Sur de Alcalá de Henares, me pregunto: qué papel puede estar jugando el prejuicio en nuestra atención, y si nos es fácil identificar, o simplemente nombrar el prejuicio del que son víctimas las personas que atendemos.
Como decía, gracias a las luchas sociales, podemos identificar con claridad que Turing fue víctima de una sociedad homófoba, y conocemos el racismo y el machismo o el clasismo, pero, ¿tenemos tan claro cómo llamar a la sociedad que basándose en prejuicios discrimina a las personas que atendemos?
El cuerdismo
El cuerdismo (en inglés, mentalism) es un tipo de opresión estructural que consiste en un conjunto de prácticas e ideología que presuponen la superioridad de los pensamientos, prácticas y experiencias de las personas cuerdas sobre las de las personas locas.
El cuerdismo se puede manifestar de múltiples formas: asociar locura a peligrosidad, estigmatizar a las personas locas, trivializar su sufrimiento psíquico, utilizar la palabra “loca” (o etiquetas diagnósticas) como insulto hacia personas cuerdas, bromear con la violencia psiquiátrica a la que se les somete, considerar que su discurso no debe ser tenido en cuenta debido a que no son capaces de razonar correctamente… en definitiva la vulneración de los derechos humanos.
Como grupo social, “los locos” han estado y están cargados de etiquetas. Saber que, en este caso, no son ellos, sino los otros, los cuerdos, los que han de revisarse, ayuda a equilibrar en cierta medida la balanza, y nos orienta, a nosotros los trabajadores de la rehabilitación psicosocial en apuntar nuestras intervenciones hacia la comunidad.
De la misma manera que sabemos que somos machistas, que sabemos que somos racistas, y también homófobos, nombrándonos como cuerdistas, siendo conscientes de que este prejuicio también opera en nosotros, podremos tratar de evidenciarlo en nuestras prácticas profesionales y eliminarlo.
Es ahí, sabiéndome cuerdista, cuando vuelvo a la frase de Turing con la esperanza de que me ayude a darme cuenta de que lo inesperado está detrás de mi prejuicio.
Turing cree que las máquinas piensan
Turing yace con hombres
Luego las máquinas no piensan*
*Silogismo en el que Turing expresó de manera genial cómo el prejuicio de su sociedad invalidaba sus creencias.
GRACIAS !! Genial reflexión que nos lleva a la necesaria humildad para reconocernos y seguir aprendiendo (de verdad..) de los Otros y sus saberes profanos y de mirada consciente que deba transformarse en una forma de estar en el mundo.
Gracias por tú-vuestro ejemplo en Alcalá y vuestra perseverancia en mantener la coherencia entre la teoría y la práctica y vuestra generosidad en compartir espacios que a tod@s nos ayudan.
Un gusto compartir el día a día con profesionales que aportan esta mirada!! Gracias!!
Estupendo post que pone de relieve que, a veces nos quedamos con una parte pequeña de las personas, aquella que nos permite afianzar nuestras creencias y «diferenciarnos» del otro desconocido o ajeno, y dejamos de ver o valorar lo que realmente tiene importancia. Gracias por animar, con esta lectura, a que ampliemos la mirada e identifiquemos aquellas actitudes que dañan a otros.
Creo que en estos tiempos que corren trabajarnos los prejuicios es vital para establecer una relación sana con el otro; así como eliminar los autoestigmas lo es para trabajar terapéuticamente con nosotros mismos.