Lo primero que pesa es el estigma. Pero el estigma entendido como el miedo.

Así comenzaba Mariano Hernández, psiquiatra y antiguo jefe de Servicios de Salud Mental en Parla, Alcobendas y el Distrito de Tetuán; presidente de la Asociación Madrileña de Salud Mental y de la Asociación española de Neuropsiquiatría; vicepresidente de Mental Health Europe – Sante Mentale Europe; miembro del Comité Técnico de Estrategia de Salud Mental del Sistema Nacional de Salud; y de la Comisión Europea para temas de salud mental; y que actualmente colabora como psiquiatra de la Residencia Grupo 5 Mirasierra, a situarnos en el comienzo de la enfermedad mental, en el momento del diagnóstico.

Tras un año dando atención a personas con enfermedad mental, la Residencia Grupo 5 Mirasierra celebraba su primer aniversario con una jornada sobre el valor de las familias.

Personas usuarias, familiares y profesionales del sector nos ubicábamos en el salón dispuestos a escuchar las palabras de Mariano Hernández acompañado por nuestra compañera Susana García, responsable de promoción de nuevos servicios y con la posterior perspectiva conjunta de Bernardo y Mari Carmen, familiares de personas usuarias de la residencia.

En el momento que te diagnostican una enfermedad mental todo cambia. Y los roles de la familia y de la propia persona cambian; la persona adquiere o se le otorga un rol de enfermo; y la familia de figura de cuidador, cambiando su vida como si se pulsara un botón de standby o cambio de dirección.

En estos momentos surge un duelo: el duelo con la enfermedad. Tener un diagnóstico, un padecimiento es similar a una situación de duelo, pues “algo hemos perdido”.

“La versión oficial de lo que la Psiquiatría ofrece son categorías diagnósticas y tras esto no hay verdades absolutas. Cada vez más entendemos el diagnóstico con palabras, hablando. Nos ayuda más para entender que la persona está teniendo una crisis personal grave, y esto quiere decir que, en esta transición, hay que empezar a trabajar. Hay que ponerle palabras. Eso lo llamamos crisis personal y esto requiere una acción”, determinó Mariano.

Cuando a las personas les dan un diagnóstico, empiezan a ser un esquizofrénico, un bipolar, y dejan de ser José María, Carlos o Laura; madre, trabajador o estudiante. Estas personas tienen un problema interno, pero existe una parte sana, pues, al igual que todos, son personas que han tenido experiencias de vida, de amistad, de familia, sensaciones, valores, proyectos, formas de pensar, filosofía de vida, etcétera.

Por ello, en el modelo de rehabilitación de los recursos de salud mental gestionados por Grupo 5, a una persona le preguntamos qué le está pasando o qué le ha pasado. Y no qué tiene.

Cuando llega el diagnóstico tenemos que comenzar a trabajar desde la familia y la parte profesional. Tenemos que preguntar a la persona, rescatarle antes del brote: no vamos a esperar. Comenzar a entender la enfermedad: sus reacciones no son caprichos ni excentricidades. Y activar a la persona: que no pierda los roles significativos. Ni tampoco su familia: tomando un rol de sobreprotección.

Esto se traduce en autonomía, esa palabra que tanto repetimos y tanto buscamos en todas las áreas de Grupo 5.  Y una vez que hemos transmitido a la persona esa capacidad independiente, contar con los profesionales y buscar modos de cooperación con los servicios sociales- y que, por supuesto, estos sean de calidad- y junto a las familias, ser el remolque para ayudar a reconstruir una red social y activa.

Con todas las palabras que empaparon nuestro pensamiento, podríamos resumir que el papel de la familia es aprender a combinar calma, respeto mutuo y muchas dosis de esperanza con fundamento. Crear vínculos y hacer un trabajo compartido por explorar y poner significado a lo que se está viviendo. Amortiguar el trastorno y nutrir de perspectiva la parte sana. Interesarse sin agobiarle. Y aprender el arte de alejarse pero que la persona no se sienta sola.

Sin tampoco, pensar que sin la familia la persona está desatendida. Pues hay más redes y entornos.

Y siempre teniendo en cuenta recursos de calidad, como es el caso de la Residencia Grupo 5 Mirasierra y otros recursos de atención a personas con enfermedad mental, pues, tal y como dijeron Bernardo y Mari Carmen, “el apoyo es incondicional tanto a la persona como a la familia, ¡y cómo se vuelcan con la persona!, tanto que consiguen que las posibilidades de recuperación sean extraordinarias”.