He decidido llamarte mamá
Quisiera que cada mensaje de este escrito fuera recibido como un aliento o un abrazo de complicidad con aquellas personas que están luchando por ser papás o mamás, pero más aún con aquellos niños y niñas de todo el mundo que luchan o esperan sentirse hijos o hijas.
Pongo sobre este papel simplemente mi experiencia, solo con el deseo de que le sirva a alguien, de que nos haga pensar, sentir y no como verdad absoluta y, siempre desde el respeto de cada vivencia. Es solo mi experiencia personal.
No sé bien si es por costumbre, educación o deseo real, pero sí creo que en algún momento de nuestras vidas, todos nos hemos pensado o imaginado con hijos. Al menos este es mi caso; los más atrevidos piensan en la parejita; otros, mejor uno para que se quede más cubierto; o dos, pero que sean del mismo sexo, para que jueguen; que se parezca a mí; que me recuerde a mi madre que ya no está… un sin fin de planes de los que nos creemos dueños y señores y que sin duda nos traerán la felicidad.
El problema viene cuando la vida tiene otros planes para ti, cuando la vida tiene sus propios planes, planes que ni te habías imaginado y, que empiezan por un batacazo al decirte que esos hijos que deseas no pueden llegar tal y como tú pensabas. ¿Cómo puede ser? ¿Por qué a mí?, una no entiende nada en ese momento, y muchas, muchas ilusiones se vienen abajo.
Hoy miro atrás y siento que en ese mismo instante muchas otras cosas comenzaban a vivir.
No puedo resumir aquí un proceso de adopción que duro 6 años, siempre digo que mi embarazo duro 5 años y el parto uno, porque diferencio perfectamente lo que fui sintiendo en cada etapa y ese último año os puedo jurar que “me lo pase empujando”. Todo eso, como en la mayoría de los partos, se vio compensado el día que cogí a Ayu en brazos por primera vez. Siempre digo que desde ese día el sol… es negrito.
Cuando todo te tiembla, cuando no ves porque tus ojos están llenos de lágrimas, cuando no sabes ni qué decir a ese bebé porque no ha escuchado tu idioma, cuando tienes miedo de que no te quiera, incluso tienes miedo de no saber quererle tú, cuando piensas que se asustará porque eres de otro color, o temes no sentir que eres su madre… Todo eso, absolutamente todo eso lo hizo desaparecer Ayu con una mirada que me decía “por fin…llegaste”. Un acurrucarse en mis brazos y una entrega total que ya dura 5 años.
Son infinitas las preguntas que Ayu hace y, en ocasiones son muchas las respuestas que entre los tres buscamos y así tejemos el día a día. Yo tiemblo menos de lo que temblaba… sigo llorando de emoción, sigo teniendo miedos a no saber cómo, pero, los efectos de todo esto duran mucho menos. Vuelvo a mirar a Ayu y una vez más él es maestro en cómo afrontar la vida: con esa entrega total, esa confianza profunda, ese salir al mundo desde su pequeñez y su grandeza a la vez, con esa forma de mirar y sorprenderse de todo lo que le rodea, con esa pureza de alma, siendo un ser de luz… llego a sentir: «Ayu, de mayor…quiero ser como tú».
Es curioso cómo en los planes de la vida no estaba que mi hijo se pareciera a mí, sin embargo, yo confío en parecerme cada vez más a él.
Muchas veces me dicen “que hemos tenido suerte… que las cosas nos salieron bien”. Yo cada vez estoy más convencida que no ha sido ni más ni menos suerte que cualquier padre y madre con cualquiera de sus hijos o hijas. Cada vez estoy más segura de que la maternidad y la paternidad en cualquiera de sus formas es un salto al vacío. En el caso de la adopción tal vez sintamos que la red sobre la que saltamos es más pequeña, o que para saltar nos ponen más obstáculos… por eso nos lanzamos menos y no se llegan a producir cientos, miles de encuentros de padres y madres con sus hijos e hijas que, de alguna manera la vida había programado, pero no se darán. Yo creo que cuando no dejamos a la vida que siga sus planes, el resultado es sufrimiento.
Cuando veo a Ayu dormir (aún le miro por la noche cuando duerme) no puedo evitar pensar en “otros Ayus” (él llamaba así a los bebés africanos) y, a veces siento vergüenza por no saber cómo explicarle por qué él sí y otros no. Por qué los mayores (como él dice), permitimos que miles de “Ayus” sean de donde sean, sigan esperando ¡Cuanta vida nos perdemos por insistir en saltar con red!
Ayu comenzó a llamarme mamá a los tres o cuatro días de estar a mi lado, sin embargo pasaron algunos años hasta que entendí que en toda esta historia, él había llevado la voz cantante, él me adoptó a mi como mamá y a Marcos como papá, fuimos nosotros los adoptados.
Solo espero estar a tu altura, seguir juntos buscando respuestas a tantas preguntas y cuando no la encontremos hacer como dices ahora tú “no pasa nada mamá”… y es cierto no pasa nada, porque lo más importante ya pasó… nos hemos encontrado.
Gracias Ayu… por haberme elegido.
PRECIOSO!!! MUERO DE AMOR POR AYU Y TODOS LOS AYUS DEL MUNDO… ENTIENDO LO QUE CUENTAS… TENGO DOS PRECIOSOS AYUS QUE TAMBIÉN CONQUISTARON (ELLOS A NOSOTROS) NUESTRO CORAZÓN, Y SÍ, NOS ADOPTARON (ELLOS A NOSOTROS)…¿SUERTE…? LA NUESTRA POR TENERLOS A ELLOS…
AYU… SIEMPRE AYU… OS QUIERO
Precioso!
Me he emocionado por todo el amor que transmites. El amor que es la energía que nos mueve y nos mantiene vivos y la maternidad no es algo físico, es algo que elige poner ese amor en movimiento cada día.
Cruz, no tengo palabras para describir esta entrada. Llegó además en un momento muy especial (y difícil) para mí y la abracé como si fuera aquel libro que tienes en la mesilla cada noche y que te hace dormir bien.
Qué suerte tiene Ayu. Y ojalá todos los Ayus del mundo se encuentren con una Cruz.