Las Personas con discapacidad van encontrando menos barreras en la sociedad a medida que avanzan la sensibilización y las nuevas tecnologías. En el caso de las personas con discapacidad auditiva la principal barrera con la que se encuentran en su día a día es la comunicación. Este colectivo es muy heterogéneo, diferentes tipos y grados de sordera, formas de comunicación, ayudas técnicas utilizadas, etc. Muchas personas logran derribar en mayor o menor medida estas dificultades diarias, gracias a la lengua de signos y/o la figura del Intérprete de Lengua de Signos, o a la utilización de ayudas técnicas (como son los audífonos o los implantes cocleares).

En el ámbito de la salud, el uso del lenguaje es fundamental, ha de darse una comunicación plena y accesible, más aún en la salud mental, ya que es el instrumento de diagnóstico y de tratamiento.

En España hay 1.064.000 personas mayores de 6 años que tienen una discapacidad auditiva de distinto tipo y grado, representando el 8% de la población. Según estudios realizados, la prevalencia de alteraciones mentales en la población de personas con discapacidad auditiva es significativamente mayor, para todas las edades, que la prevalencia de estos mismos trastornos en la población general. Entre las posibles causas de psicopatología en las personas sordas, la literatura menciona una serie de características cognitivas y emocionales propias, que inciden desde su nacimiento y que pueden influir en su mayor vulnerabilidad a padecer una enfermedad mental. Entre ellas:

  • Carencias en los vínculos padre/madre. Muchas de las dificultades emocionales y comportamentales pueden derivarse de un inadecuado vínculo padres-hijo/a. El lenguaje y la comunicación son importantes desde muy temprana edad, el 90% de las personas sordas nacen de padres oyentes, por lo tanto, la primera vivencia de aislamiento ocurre en la propia familia de origen.
  • Dificultades de interacción con otras personas: Las dificultades pueden ampliarse también a las interacciones del niño sordo con el resto de la familia y el entorno social. La barrera comunicativa juega un papel crucial, el desarrollo de habilidades de socialización se verá comprometido desde temprana edad.
  • Desarrollo social y emocional: La deprivación conversacional de los niños y niñas sordas tendrá implicaciones en el desarrollo de una adecuada competencia cognitiva-social. En un mundo mayoritariamente oyente, el niño/a sordo se encontrará con un vocabulario muy restringido para expresar conceptos emocionales, para dar nombre a los sentimientos y emociones, así como para relacionarlos verbalmente con sus antecedentes y consecuentes.
  • Sobreprotección parental o “sobrecontrol comportamental”: La falta de percepción objetiva por parte de la familia de las posibilidades reales de su hijo o hija induce a limitar su autonomía y, por tanto, dificulta su desarrollo. Diversas actitudes, tales como: limitaciones para realizar actividades, bajo nivel de exigencia académica, poco rigor en la aplicación de normas, escasez de explicaciones, pueden relacionarse con algunos de los rasgos frecuentemente descritos como característicos de la personalidad de los sordos: falta de autonomía e independencia.
  • Malos resultados educativos y dificultades laborales. El fracaso escolar en el colectivo de personas sordas es muy elevado, tan sólo una minoría alcanza las etapas superiores del sistema educativo. Pasan de una escuela en la que obtienen unas bajas calificaciones al desempleo o a unos trabajos precarios y por debajo de su capacidad intelectual. La insatisfacción laboral y el desempleo son factores de alto riesgo en la generación de trastornos mentales.
  • Errores de diagnóstico. Muchas de las personas sordas al acudir a salud mental, tienen una alta probabilidad de ser mal diagnosticadas. Estos errores de diagnóstico pueden deberse a las siguientes razones:
    • Problemas de comunicación entre el paciente y el profesional: problemas que no pueden solucionarse mediante intérpretes de lengua de signos y/o familiares. Como se mencionaba anteriormente, en salud mental, el lenguaje es el principal instrumento diagnóstico, y para conocer el estado mental del paciente tiene que existir una comunicación directa y fluida entre ambos para que resulte eficaz.
    • Desconocimiento de las características propias de las personas sordas y su comunidad: Habitualmente, los profesionales rara vez han tenido contacto con personas sordas y desconocen algunas de sus características diferenciales. Con tendencia a considerar como patológicas algunas peculiaridades que no lo son en un contexto sordo. Es un colectivo con una identidad propia muy desarrollada, con un uso de lenguaje propio que la mayoría de la sociedad desconoce.
    • Carencia de instrumentos diagnósticos adecuados. En general, las pruebas psicométricas suelen ofrecer un mal perfil de las personas sordas. Un ejemplo de esto es la elevada incidencia de retraso mental encontrada entre los pacientes sordos ingresados en instituciones psiquiátricas, debida a una mala aplicación de los test de inteligencia.
    • Ausencia de atención especializada. La escasez de unidades de salud mental especializadas para personas sordas influye negativamente en la evolución de los trastornos mentales de las mismas. Estas unidades especializadas evitarían en gran medida una deficiente atención sanitaria, así como errores en los diagnósticos y tratamientos.

La atención a la enfermedad mental en personas sordas es un aspecto por el que la comunidad científica internacional está desarrollando un interés creciente. Esta inquietud de los profesionales, sin embargo, no se correlaciona con la cantidad de recursos existentes en este ámbito. En nuestro país se ha comenzado a crear algunas unidades específicas para el colectivo de personas sordas (la Unidad de Salud Mental para Personas Sordas (USMS) en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid, creada en 2002, o la Unidad de Salud Mental y Discapacidad Auditiva del País Vasco, en el Hospital Universitario de Basurto de Bilbao, creada en 2013) pero son muy inferiores a las necesarias teniendo en cuenta la proporción de población con sordera.

Es evidente que, para disminuir la incidencia de alteraciones en la salud mental de este colectivo, sería más importante atender el problema desde su raíz: continuar mejorando un pilar básico como es la educación, la accesibilidad, promover el aprendizaje de la lengua de signos de la población general y fomentar la sensibilidad en todos los ámbitos.

El papel de los psicólogos es fundamental en la atención en salud mental al colectivo de personas con discapacidad auditiva. De cara al futuro, resultará imprescindible que más profesionales de la Psicología se impliquen en la atención a este colectivo y que, paso a paso, más personas sordas se formen como profesionales de atención directa.

 

Plan de Salud Mental

De manera general y sin entrar en consideraciones particulares, los resultados de las investigaciones sobre la salud mental de las personas sordas desarrolladas en los últimos 30 años pueden resumirse en las siguientes conclusiones:

La mayoría revela que hay más trastornos entre las personas sordas que entre los oyentes.

Se acepta mayoritariamente que ocurren estancias más largas en los hospitales psiquiátricos entre los pacientes sordos. Estas estancias más largas son debidas a los tratamientos más pobres y a la ausencia de personal especializado.

En general es más fácil para un paciente sordo recibir, al ser ingresado en una unidad psiquiátrica general, un aislamiento custodiado y antiterapéutico que un verdadero tratamiento en salud mental.

La mayoría de los incidentes que desencadenan el ingreso psiquiátrico son episodios agresivos. Esto se debe, en la mayoría de los casos a la frustración derivada de las dificultades de comunicación.

En las personas sordas se ha constatado:

– Mayor probabilidad de ser diagnosticadas de trastornos de personalidad o trastornos adaptativos o de comportamiento.

– Mayor probabilidad de padecer síndromes orgánicos.

– Igual probabilidad para sufrir esquizofrenia que las personas oyentes.

– Igual probabilidad de padecer un trastorno de tipo paranoide.

– Igual probabilidad de sufrir depresión o trastornos neuróticos como se había sugerido en las primeras investigaciones.

La sordera en sí misma no conlleva un especial riesgo de padecer problemas de salud mental, sino que esta vulnerabilidad hacia los problemas de salud mental deriva de ser sordo en una sociedad oyente, en la cual la habilidad para oír se considera necesaria para funcionar.