[…] ”creí que no hacía justicia a los méritos de aquella chica, que había nacido con el don de hacerles la vida más fácil a los demás” es una frase que aparece dos veces en el último libro de Almudena Grandes: La madre de Frankenstein. Una frase que sin el contexto del libro puede pasar desapercibida, pero que, con él, a mí se me quedó dentro. Cada página en la que aparecía el personaje que describe a María, yo veía las caras de Ana, Marta, Carlos, Patricia, Teresa, Gema, Pilar, Sonia… un largo etcétera de nombres, de caras, de personas, porque en Grupo 5, hay muchas Marías.

La madre de Frankenstein forma parte de la serie Episodios de una guerra interminable. Esta historia sucede en 1954 en el manicomio de mujeres de Ciempozuelos y refleja el grado de deshumanización que sufrían en ese momento las personas con problemas de salud mental, en especial las mujeres. El libro toca el suicidio, la agresión sexual, la desigualdad… temas que nos gustaría poder decir que son de mediados del siglo XX, pero que siguen estando muy presentes en el siglo XXI.

En ese contexto surgen personajes como María Castejón o Germán Vázquez. Enferma y psiquiatra que creían en otra forma de atender a sus pacientes. El impulso de las personas reales en las que se basan los personajes del libro dio paso a cambios importantes en España, a la desinstitucionalización psiquiátrica que cerró los grandes manicomios para dar una atención a las personas con enfermedad mental digna e integrada en la sociedad.

Que la literatura muestre distintas realidades es una oportunidad para avanzar en la sociedad; para hacer entender que los manicomios no existen; que las mujeres con problemas de salud mental tienen que construir su propia historia personal para entender el de dónde vengo para poder abordar mejor los apoyos hacia el dónde ir; que el trabajo y la ocupación son necesarios para las personas con problemas de salud mental; que los espacios comunitarios son los entornos en los que desarrollar la vida de todas las personas.

El profesor de Historia de la Universidad de Zaragoza, Carmelo Romero, dice “cuando una colectividad se afana en dar el olvido a muchas cosas, puede terminar olvidando lo que es dignidad. Y cuesta mucho, colectivamente, recuperarla”.

En este 2020 tan complejo, quiero invitaros a no olvidar las cosas, a no olvidar la dignidad, sino que reflexionemos sobre qué podemos hacer para seguir conquistando más dignidad para las personas que aún no la tienen. Y también quiero pediros el reconocimiento para las Marías de la sociedad. Porque hacen la vida más fácil a los demás. Porque son imprescindibles.