El incumplimiento de la Ley Ingersoll (jornada máxima laboral de 8 horas diarias de trabajo, bajo el lema 8 horas de trabajo, 8 de ocio y 8 de descanso), dio lugar a que, el 1 mayo de 1886, las organizaciones laborales y sindicales de EEUU convocaran movilizaciones y huelgas por todo el país, reclamando el cumplimiento de esta. Debido a la magnitud de las manifestaciones que tuvieron lugar ese día y con la idea de promover nuevas reivindicaciones laborales y sociales, se fijó como el Día Internacional del Trabajo.
136 años más tarde, el 1 de mayo, no es solo una fecha conmemorativa en honor a los héroes y sucesos de ese día. Año tras año, esta jornada ha sido establecida como el acto para seguir reclamando derechos, consiguiendo avances sociales que han hecho historia, siendo una fecha de reivindicación activa dependiendo del momento socioeconómico que nos encontremos.
Justo ahora, nos movemos en un contexto de mucho ajetreo social por la pérdida de derechos sociolaborales que estamos viviendo en estos últimos años. La precariedad laboral afecta negativamente en la salud general y en la salud mental de los trabajadores. Precariedad entendida como un conjunto de factores en los que se incluye la temporalidad en el empleo, los bajos salarios y la insuficiencia de derechos.
Desde los servicios de salud mental, se está advirtiendo del “aluvión” de pacientes con malas condiciones vitales y laborales que acuden a terapia por problemas de precariedad laboral. El quid de la cuestión lo encontramos cuando aclaran en esta denuncia que ellos no pueden resolver cuestiones sociales ni laborales.
Tanta es la preocupación que se ha creado una Comisión sobre precariedad laboral y salud mental.
Está formada por un importante elenco de profesionales de distintas disciplinas (psiquiatría, derecho del trabajo y de la seguridad social, psicología, prevención de riesgos laborales, filosofía) y coordinada por Joan Benach, profesor de Salud Pública en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Este equipo deberá trasladar sus recomendaciones al gobierno en un plazo máximo de seis meses.
El grupo tratará de dirimir cuál es la situación de la precariedad, cómo afecta en la salud mental y qué políticas han de ponerse en práctica.
Por otro lado, un amplio estudio de la UE, que coordina Carme Borrel (Agencia de Salud Pública de Barcelona) sobre la relación entre las políticas sociales y la salud, indican que la precariedad en España es del 48 por ciento (esta afecta, sobre todo, a los jóvenes, las mujeres y los inmigrantes, en el colectivo de las mujeres jóvenes inmigrantes la precariedad alcanza el 90 por ciento). Esta investigación añade que dicha situación está alcanzando a colectivos que, sobre el papel, pueden parecer no vulnerables ya que disponen de trabajos a tiempo completo relativamente estables y con ingresos “sostenibles”, pero sin embargo les persiguen escasos beneficios, pocas oportunidades de formación, participación e implicación. Situaciones laborales en las que se encuentran sobre todo mujeres, oficinistas, trabajadores de servicios o del sector industrial. Y aunque en menor medida también se percibe en los “empleos de cartera”, con elevada cualificación, intensidad y flexibilidad horaria.
La prevalencia de la precariedad laboral es mayor en mujeres (51,4%) que en los hombres (34,1%).
En cuanto a la situación de España con respecto al resto de países europeos a la hora de comparar el ámbito laboral el resultado no es halagüeño.
Al analizar la seguridad en cuanto a la percepción de que se puede perder el empleo, de mayor a menor, España ocupa el lugar 24 de los 34 países analizados, donde los “más seguros” son los nórdicos y los menos los del Este. Respecto a la calidad del empleo, aparece en la posición 19 de 34, donde de nuevo en los polos opuestos están los nórdicos y los de la Europa del Este.
Quizás esto puede hacernos reflexionar un momento sobre la precariedad laboral, cómo afecta esta a la salud mental y cómo se «agarra» a los colectivos en situación de vulnerabilidad.
Totalmente de acuerdo y que importante que esto se aborde explícitamente. Que la ausencia o precariedad de empleo no solo tiene efectos económicos.
Solo discrepo en una cosa, cuando se dice 8 horas de trabajo, 8 de ocio y 8 de descanso. No llamemos «ocio» al tiempo que dedicamos a ir/venir del trabajo, cocinar, limpiar organizar la casa, cuidar a descendientes o ascendientes, comprar, etc, etc.
Dar la enhorabuena al articulo, y desde luego ya era hora de abordar este tema de una vez. Desde la empresa privada debería verse como una oportunidad de mejora de la vida de sus trabajadores, antes que pensar en los rendimientos económicos, yo como trabajador de Grupo5 me siento un trabajador con precariedad laboral, mi sueldo esta tan cercano al sueldo mínimo interprofesional que así me siento, y Grupo5 como empresa social entiendo debería ser un garante de que esta sensación de precariedad no estuviera presente en sus trabajadores y ha nadie se nos escapa, que está sensación no es sólo mía.
Escribo de nuevo porque no se que paso con el comentario anterior.
Me alegro profundamente de que de una vez por todas se aborde el problema. Yo como trabajador de Grupo5 me siento en estado de precariedad laboral, mi sueldo es tan cercano al sueldo mínimo interprofesional que es fácil sentirse así. Grupo5 como empresa del sector social debería ser un garante para que sus trabajadores no tuviesen esa sensación, y nadie se le escapa que esto no es sólo una impresión mía, la mayor parte de mis compañeros comparte conmigo esta sensación. Las empresas privadas tendrían que ver este asunto como una oportunidad para la mejora de toda la estructura social y no tanto desde una perspectiva puramente mercantil.
Por cierto esto de que ciertos trabajos son vocacionales es una pequeña trampa del sistema para poder pagar menos precisamente porque «es que es vocacional» eso no paga nuestras hipotecas ni nuestras facturas.
Recomiendo la lectura de una entrevista a Belén González una psiquiatra madrileña: donde dice entre otras cosas «El sistema esta organizado para que los trabajadores no productivos sean derivados a salud mental».
Un saludo.