La naturaleza ocupacional humana es el impulso hacia la acción, que nos recuerda una gran terapeuta ocupacional como Ann Wilcock. Es tan innata en el ser, como el hecho de descubrirnos como seres sociales. No podemos escapar de ello. Los seres humanos necesitamos la ocupación y el vínculo relacional con el otro, como vía para el crecimiento, la conformación de cada persona como ser ocupacional, aquel capaz de reconocerse en tareas que le vinculan a su identidad y donde le acompañarán personas que le resultan significativas, o dicho en palabras de Bateson: Todo tiene su raíz en lo que ocurre entre las personas, no en tal o cual cosa presuntamente situada dentro de una persona. Y esto que se nos recuerda como algo básico, resulta ser de una gran complejidad poder respetarlo en una gran parte de las ocasiones en el entramado mundo de la salud mental.
Esta etapa de confinamiento a causa de la Covid19 está siendo un aprendizaje para pensar y, tal vez, resignificar el marco de la rehabilitación-recuperación en el que nos movemos los profesionales, en el intento de generar el cambio positivo en personas en situaciones más comprometidas en su salud mental y de las dificultades del entorno que la rodean. Paradójicamente se ha reducido el contacto presencial pero incrementado la cercanía, la escucha, el cuidado, y esto ha venido a complementar el abordaje tradicional, generalmente basado en la farmacología, con la importancia de la palabra. Ha puesto de manifiesto que la red que sostiene a las personas parece tener mucha relación con la presencia del otro como alguien confiable y sostenedor, que además aporta conocimientos que sirven como asidero para superar una situación nueva y ciertamente compleja. Se ha pasado de plasmar en las guías clínicas la necesidad de complementar farmacología y psicoterapia (véase NICE sobre tratamiento de la esquizofrenia) a poner en práctica dichas recomendaciones y, efectivamente, colocar la intervención del cuidado en un lugar preeminente.
Resulta que la devolución que se nos hace desde las voces en primera persona es el necesario respeto de su tiempo y el tempo en estos días.
Esta demanda parece ajustarse a sus necesidades. El impacto de la Covid19 en los centros que atienden a personas con enfermedades mentales gestionados por Grupo 5, parece estar siendo menor que en otros sectores de la población. Algunos datos al respecto: el porcentaje de personas afectadas es menor del 10% en recursos ambulatorios.
En esta búsqueda de facilitar aspectos de la recuperación que prevengan el riesgo ocupacional, el desequilibrio, la privación o alienación de las ocupaciones y que esto conduzca a añadir elementos de mayor sufrimiento, los profesionales vamos descubriendo que, donde antes había un sentido de cierta persuasión o coacción (aunque fuera blanda) para que el otro hiciera y cumpliera con aquella propuesta de acción y relación, se nos devuelve que no hace falta. Que tan “solo” lo que se espera es un acompañamiento, un “saber estar” y un “saber sostener” en la justa medida. Es que pueda atravesar, sin perder de vista la solvencia técnica, el “arte de no hacer”. El arte de poder escuchar y ser facilitadores y auténticos reactivando los cuidados. Y no será un cuidado cualquiera guiado por el proteccionismo, sino aquel capaz de dejar que el otro sea y fluya. Que pueda conectar con su ser ocupacional, con su identidad, para que así recobre la identidad perdida, la resignifique y encuentre la motivación suficiente que le genere el impulso de salir de la inacción. Y será entonces que el profesional confíe en la vocación de permanencia que genera el vínculo, demostrando que al otro no hay que someterle sino acompañarle.
Esto no sería motivo de señalización o de “estigma” en foros profesionales, por el hecho de parecer que uno es “menos técnico” si no muestra un abanico amplio de “cartera de servicios telemáticos” y un tsunami de oportunidades que se alejan del faro de lo reparador, de lo que resignifica, y que solo está alineado a un hacer sin propósito que no deja huella. Lo interesante no solo es la muestra por parte de los profesionales de “cuántas actividades proponemos”, ni el número de llamadas que llegamos a recoger desde un teletrabajo… Porque lo interesante de este camino es poder acompañar, sustituyendo la hiperactividad en la multiplicidad de tareas a realizar sin sentido ni significado, por el trato de la escucha alineada a lo que para el otro resulta significativo. Y esto es reaprender, es deconstruirnos para volvernos a construir. Es aceptar atravesar el estigma del que se desmarca que es el trato, en la cercanía y confiabilidad técnica, donde está la labor profesional que favorece la recuperación y la esperanza.
El gran reto que tenemos por delante es hacer frente a las necesidades que vendrán después del confinamiento, cuando volvamos a enfrentarnos a un entorno que habrá cambiado y que requerirá de nuevo poner en marcha mecanismos de adaptación. Esto, que supondrá un reto común a la ciudadanía, supondrá un reto aún mayor para las personas en riesgo por salud mental deteriorada. En ese contexto difícil y novedoso que, además, vendrá acompañado de una más que probable crisis económica, está en nuestra mano seguir acompañando desde la sabiduría técnica y la cercanía humana utilizada durante este paréntesis o regresar a prácticas conocidas en las que la atención en salud mental estaba “mecanizada”, en la que el individuo es el único responsable de aquello que le sucede, el sufrimiento debe negarse y debemos tener una cura para todo (si es en forma de pastilla mejor). La persona se construye en relación a otra persona o como propone Zamanillo: toda conducta de los individuos es un vínculo con otros, una relación interpersonal. Cómo abordar el reto que tenemos por delante marcará incluso si estamos ante un cambio de paradigma en la atención en salud mental o se afianza la forma de hacer tradicional.
Enhorabuena a los dos por la entrada, muy interesante. Muy de acuerdo en lo que decís. ¿Creéis que los profesionales que hasta ahora han desarrollado bien su trabajo en salud mental están preparados para hacer el cambio que dibujáis? Si no es así ¿qué les va a hacer falta? ¿formación teórica? ¿formación en habilidades? ¿evolución o revolución?
Gracias Ana y Carlos por compartir una reflexión tan valiosa. Creo que el modelo de rehabilitación y el modo de trabajar actualmente en salud mental ya estaba más que cuestionado desde hace tiempo, en gran parte por muchas de las cosas que apuntáis (culpar al individuo, mecanización de la atención, coacción, etc). Pocos son los que se atreven a hablar abiertamente de la necesidad de cambio, y menos aún los que lo hacen desde una argumentación sólida y basada en la experiencia. Gracias por ser de esos pocos.
Espero que esta crisis que afrontamos, no solo económica, también de valores y de formas de entender el mundo, nos sirva para evolucionar en el modo de entender y atender a las personas con problemas de salud mental.
Muchas gracias a Ana y Carlos por lo adecuado de sus apuntes y recordarnos que nuestra labor en Salud Mental es acompañar y apoyar a las personas que atendemos para que desde sus propias decisiones, mejore su calidad de vida y recuperen su propia autogestión y autonomía. Tengo el placer de trabajar con Ana y siempre es interesante escuchar su enfoque.
Qué importante este cambio de prisma! Qué importante es constituirnos como figuras de apoyo y no como elementos coercitivos. Qué importante es reconocer al otro como un igual en el trabajo terapéutico. Gracias!!!
Muchas gracias por el comentario Guillermo, las preguntas que planteas resultan más que oportunas y dan para un debate de mayor extensión que unas pocas líneas en un blog, pero ahí van una serie de reflexiones…
La mayoría de profesionales de la intervención psicosocial estamos acostumbrados a trabajar desde diferentes marcos teóricos, con la flexibilidad y la necesidad de adaptación que requiere el trato con personas. El reciclaje formativo, los espacios de supervisión y el trabajo personal, son elementos troncales si lo que se pretende, es dar una calidad en la atención, ya sea telemática o presencial. Algo que con mucho esfuerzo, tratamos que sea la seña de identidad en los recursos de atención de Grupo 5. Estar dispuesto a dejarse atravesar por la inquietud y el espíritu del aprendiz, ya es en sí mismo un acto revolucionario y a su vez evolutivo. Sin estas premisas, ocuparemos espacios de tiempo con las personas, pero sin lugar a dudas no estaremos alineados a sus procesos de recuperación como ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho en el ejercicio de sus roles sociales. Al fin y al cabo, lo que todos deseamos.
Es probable que la adaptación a una nueva forma de Hacer y estar presente con las personas cueste, pero se ha avanzado, lo hemos visto en estos meses y haciendo de adivinos, un modelo de atención mixta presencial/virtual en el futuro inmediato no suena tan mal. Lo que sí va a ser necesario es adaptarse al canal por el que nos vamos a seguir comunicando a partir de ahora y eso, en muchos casos, requerirá que se disponga y conozca en profundidad las herramientas (app´s, programas) y formarse en su manejo, plantearnos como llegar también a las personas con dificultades de accesibilidad a las tics, brechas digitales, etc…, pero sobre todo, y esto será lo más difícil, será necesario perderle el miedo a la nueva forma de relacionarse, que parece que nos aleja del Otro, y sin embargo, como la experiencia del confinamiento ha puesto de manifiesto, no ha sido así. Se ha estado más cerca del Otro que nunca, se ha entrado en sus hogares y se han visto las vidas de las personas desde un lugar nunca antes explorado, incluso desde los EASC en los que también por medio de la palabra, hemos llegado a atravesar espacios que a priori resultaban imposibles. Lo telemático ha resultado ser un facilitador de procesos, debido a grandes dificultades psicosociales de partida y que el encuentro físico con el Otro generaba. Ahora habrá que ser valientes y atreverse a hacer algunas cosas de una forma diferente o renovada, siguiendo la idea clara de que lo “real” está fuera, En y Con la comunidad. Como decía el maestro Mariano Hernandez en otro artículo de este blog «Recuperarse es compartir con los demás», y aunque puede parecer que esto hace tambalear el modelo actual, en realidad podría venir a mejorarlo (por ejemplo atención individual, grupos o reuniones de coordinación virtuales compartiendo programación con la forma tradicional, o ¡que las personas vengan menos a los centros!). Otra cosa será que algunas personas a las que se atiende, también deben subirse a este tren y estar dispuestas al cambio para que nadie quede atrás. Esta crisis tendrá un impacto económico muy importante, pero también supone una oportunidad de cambio y mejora que se debe aprovechar para llevar la atención a personas con trastorno mental al siguiente nivel y que esto no reste en mostrar la eficiencia de los recursos también desde ese lugar.
En resumen, el vínculo y la relación terapéutica como herramienta primordial de atención independientemente del canal de comunicación, algo que se lleva reclamando desde hace décadas, (Harrow, 2007, Moncrief, 2008), la formación en herramientas virtuales y valentía para afrontar los nuevos retos que esta crisis nos depara y que debe suponer una evolución del modelo de atención. Es tiempo de cambio del paradigma dominante y tenemos la ocasión de poner nuestro granito de arena desde los recursos.
Gracias Mario, Tania..
El cuestionamiento de la praxis es la piedra angular si lo que pretendemos es ser coherentes entre lo que decimos y lo que hacemos.., de lo contrario, la palabra todo lo soporta!
Es nuestra misión buscar y mantener la coherencia como bien planteáis, entre todos los elementos y los sistemas y no la responsabilidad depositada en el individuo de todo aquello que acontece… desde la angustia no se piensa que dice el maestro Colina.. habrá que liberar de la angustia a todo nivel, si lo que se pretende es calidad en la atención y no mero entretenimiento.. Mucho que repensar… mucho que co-crear.. Gracias por vuestro Faro..