Siendo realistas sabemos que a través de la revisión realizada de las distintas fuentes de datos solo podemos aspirar a una aproximación del fenómeno teniendo presente la conocida expresión relacionada con la violencia y la estadística «del fenómeno punta del iceberg»; es decir, que los datos oficiales en las instituciones públicas se obtienen cuando se realiza una denuncia en algún cuerpo de seguridad del estado o se abre un expediente en fiscalías, dejando fuera de las estadísticas la magnitud real de los casos que no llegan a las instituciones por diferentes motivos.
En este sentido, y en referencia a las dificultades de aproximación a las cifras reales con los datos oficiales, es interesante hacer hincapié sobre la existencia de un circuito en la violencia filio-parental que incluye el mantenimiento del secreto que se da frecuentemente en todas las situaciones de violencia familiar: la negación, llegando los padres/madres a tolerar niveles altos de agresividad antes de tomar medidas. Esto desemboca en el rechazo de la confrontación o discusión abierta sobre la conducta violenta, minimización de la violencia, rechazo a la imposición de castigos o respuestas consistentes, rechazo de la ayuda externa, con una sensación de fracaso en la labor parental, vergüenza, preservación de la propia imagen y el mito de la armonía familiar. Encontrándose en casi todas las familias afectadas una negación de la seriedad de la agresión de sus hijos/as y la utilización de reglas implícitas que conducen a mantener el secreto y homeostasis familiar.
Concordamos con Bertino y Pereira (2009) en que actualmente existen muy pocos datos acerca de la violencia filio-parental o hacia los ascendientes, aunque esto no significa que anteriormente no existiera; sin embargo, en los últimos dos años emerge ante la opinión pública con una gran repercusión mediática como si se tratase de un fenómeno nuevo, y tanto los profesionales como la sociedad en general comienzan a preguntarse por un problema que aún aparece enmascarado e invisibilizado inscrito dentro del imaginario social acompañando a patologías psico-sociales medianamente graves, como pueden ser por ejemplo, trastornos por consumo de sustancias o de personalidad.
En España, es la Fiscalía General del Estado, quien expone anualmente las cifras de la criminalidad con los datos estadísticos cuantitativos y cualitativos, así como su incidencia, prevalencia y evolución diferenciada.
El 15.6% de los delitos de violencia doméstica referidos al año 2010 son cometidos por los hijos/hijas y el 0.8 por nietos/as y otros descendientes, además hay que añadir además que en el 87.7% de los casos la víctima es la madre sola o junto a otros familiares. Según datos de la Fiscalía del Estado las denuncias en el 2007 fueron 2.683, y han pasado a 8.000 en 2010.
Las fiscalías coinciden en que el procedimiento de intervención frente a casos como el anterior suele concluir con una vuelta del/la agresor/a al hogar por falta de pruebas, o porque los recursos públicos de atención no podían hacerse cargo de esa demanda. Asimismo en la identificación de la problemática es común ver para los/as jueces que la violencia ascendente se relaciona directamente con hijos/as que padecen algún trastorno psíquico o que son adictos al alcohol o a las drogas, o se encuentran en una situación de vulnerabilidad social y el conocimiento judicial-policial de esta clase de agresión, se produce cuando los padres se ven impotentes para resolver el problema familiar.
De esta forma, en el informe aparece uno de los principales sesgos que se pueden observar en los datos oficiales, de tal forma que la denominada alteración psicológica no reviste de una gravedad que determine una circunstancia modificativa de la responsabilidad susceptible de dar lugar a la aplicación de una medida de seguridad (como puede ser una orden de protección), recayendo la responsabilidad de asistencia por su propia familia ante la ausencia de respuestas institucionales. En tales supuestos, para las fiscalías, estas situaciones devienen insostenibles si llevan aparejadas agresividad y desembocan en situaciones que la mayoría de las veces se esconden dentro de los muros familiares, puesto que los padres/madres no desean una condena para el/la hijo/a, y rechazan totalmente la idea de someterlos a una pena de alejamiento e incomunicación, deseando tan sólo que se les someta a un tratamiento terapéutico adecuado, que evite la reiteración de las conductas.
No obstante, esta solución es complicada puesto que topa con la inexistencia de centros adecuados de asistencia y tratamiento, así como con la falta de programas de formación y tratamientos efectivos, y los progenitores que se encuentran enfrentados a esta problemática carecen de ayudas efectivas para afrontarla, y habitualmente no quedan satisfechos con la respuesta judicial a la misma. Ello les lleva con frecuencia a incumplir las órdenes de alejamiento impuestas y a no denunciar en ocasiones las nuevas agresiones que se producen.
Ricardo Rodríguez SuarezCarolina Pulido Castro
Nekane Robles Madurga Asociación Aspacia