“Gobernaré para todos”
Dilma Rousseff saluda durante su toma de posesión junto a su vicepresidente electo, Michel Temer
Es una noticia histórica para luchar por la igualdad, ya que se convierte en la primera gobernante mujer de Brasil, hecho que se resalta en casi todas las informaciones que aparecen sobre su nombramiento. Es una imagen muy potente porque contribuye a la eliminación de la discriminación hacia la mujer y muestra públicamente en un país que ocupa un lugar protagonista en el mundo por su economía emergente, una imagen de la mujer, con poder, con capacidad, que lidera, diferente a los estereotipos asignados de manera tradicional a las mujeres. Pese a esto, se resta protagonismo a su figura, y se resalta mucho a la figura de Lula de Silva, que aparece como el responsable de la victoria de Dilma Rousseff.
Dilma es un ejemplo político importante y tiene una gran trayectoria profesional, se destaca el hecho de su acceso a la política después de haber sido guerrillera. Es curioso, porque no se reflejan la mayoría de estos logros, ni se encuentra fácilmente en los periódicos informaciones sobre sus aportaciones y su recorrido político, se centra de manera especialmente relevante la atención en la figura de su antecesor, Lula, señalándola a ella, como una continuadora de su política, sus logros, y sus éxitos, parece que ella no hubiera sido elegida para dirigir el país, y da la sensación de no tener un proyecto propio de política, sino más bien, ser mera heredera de un país y una política.
La nueva presidenta utiliza en su discurso la importancia de su nombramiento para las mujeres del mundo, y apela a una nueva era para ellas, con nuevas oportunidades, con menos discriminación y con más igualdad, pero a la hora de hablar, utiliza un lenguaje excluyente y sexista, que se expresa en frases como “gobernaré para todos”, incluso, cuando habla de los más “débiles”, de la “violencia”, y “de los más pobres”, no incluye la perspectiva de género, ni es capaz, de visibilizar el papel que ocupan las mujeres de manera trasversal en la sociedad brasileña.
Me gustaría además señalar, no sólo estas noticias, sino otras referencias que he encontrado claramente machistas, cuando se refieren a ella, al trabajo que hace, incluso cuando ella misma habla:
El País
- La primera mujer que alcanza la máxima dignidad ha afirmado…
- «deben sentirse orgullosas todas las mujeres de Brasil»
- Y ha prometido que va a gobernar «para todos los brasileños sin distinción, con coraje y cariño de madre«.
El Mundo
El País
Estereotipos como asociar el amor a la madre, y no hacerlo extensible al padre, o en general a todas las personas, o la mujer a los hijos, señalando el papel de las mujeres en la maternidad, incluso asociar a las mujeres, con la moda, la ropa, la frivolidad, etc., contribuye a generar imágenes distorsionadas y sexistas, que favorecen el secuestro a hombres y mujeres en unas características asignadas por la sociedad que generan desigualdad.
Una gran noticia que ofrece una gran oportunidad para señalar que las mujeres acceden a las mismas posibilidades de poder que los hombres, se ve empañada por un reflejo de una sociedad que mantiene todavía presentes estereotipos y roles que generan diferencias entre mujeres y hombres.
Francisco Javier León de la Riva. Alcalde de Valladolid
El Mundo
- «Cada vez que le veo la cara y esos morritos pienso lo mismo, pero no lo voy a decir….»
- El alcalde de Valladolid pide disculpas a Pajín pero dice que es ‘un dibujo animado’
Cadena Ser
Cadena Ser
Cadena Ser
Desgraciadamente no toda la sociedad entiende las implicaciones que tiene que alguien con poder y capacidad de influencia en la sociedad utilice palabras y expresiones, que denigran, desprecian, y atentan contra la dignidad de las personas, dificultando la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, y es que, la libertad de expresión, debe primar como valor en una sociedad democrática, siempre y cuando, esta no vulnere el derecho de las personas.
Un claro ejemplo de un representante político en activo, que utiliza sus foros para atentar sexistamente contra sus compañeras de profesión de la oposición es el de Francisco Javier León de la Riva, de esta manera, las intenta insultar, ridiculizar, buscando el desprecio en la burla y el no reconocimiento como iguales, y lejos de realizar críticas a sus trabajos, declaraciones, y a la parte más pública y profesional, para ellas, utiliza adjetivos sexistas, que nada tienen que ver con la profesión, ni con el ejercicio que ellas como profesionales desempeñan. Es un clarísimo ejemplo sexista, que pretende perpetuar el estigma social, que prima la visión de la mujer como mujer y no como política, y que centra el discurso de réplica, de oposición, y de desacuerdo, en aspectos asociados históricamente a las mujeres, de una forma peyorativa, como la ropa, la belleza, el físico, el cuerpo, la sexualidad y la vida privada.
Es complicado buscar una sociedad igualitaria, cuando personajes públicos y muy visibles aparecen haciendo estos comentarios, sin que el resto de la sociedad, excepto aquellas personas más sensibles, y activistas, se manifieste de manera pública, abierta y contundentemente en contra de sus declaraciones. Es más, sería impensable, que en estos momentos la sociedad tolerase unas declaraciones como éstas haciendo esos comentarios, por ejemplo, hacia un “negro”, por el hecho de ser negro. Seguramente ante una situación así, nadie entendería que toda la profesión, en este caso de la política, sea del partido que sea, criticara tal comportamiento. Sin embargo, con el tema de las mujeres el tratamiento es diferente, y está íntimamente relacionado con la cultura machista que hemos interiorizados tanto hombres como mujeres, y que hace que nos resulten “normales”, “graciosos”, “curiosos” comentarios denigrantes y vejatorios.
Esto nos señala que la cultura machista, está mucho más arraigada de lo que a primera vista parece, y que es trasversal a toda la sociedad, por lo que erradicarla, media por visibilizar todos aquellos sectores, donde se produce. Los medios de comunicación juegan un papel importantísimo en la construcción de un mundo diferente.
El lenguaje no sólo es un espejo de nuestra realidad, sino también la genera, y a través de textos como los que hemos visto se ofrece el reflejo de una sociedad en la que históricamente el significado de “ser hombre” o “ser mujer” está definido y construido socialmente a través de los roles y estereotipos de género, que han generado un conjunto de ideas simples y arraigadas en la conciencia colectiva, trasmitidas de generación en generación, acerca de la supremacía de los hombres con respecto a las mujeres.
Nuestro lenguaje ofrece múltiples posibilidades para describir una realidad y para expresar nuestra relación con esa realidad. Y para llegar a una sociedad igualitaria es necesaria una modificación social de las normas sexistas en el uso del lenguaje que si no va acompañada de un cambio de actitudes y valores de las personas que utilizan ese idioma no implicará un cambio real.
Quizás las intensas reacciones contra el uso de un lenguaje no sexista esconden profundas concepciones misóginas que lo consideran una amenaza contra el orden establecido. Y más allá del “arroba”, la propuesta de utilizar un lenguaje inclusivo, no se ciñe solamente a utilizar el “los y las”, sino a utilizar un lenguaje que traslade y no esconda el reflejo simbólico de una realidad desigual, utilizando otra forma de lenguaje se busca un cambio profundo en las formas de pensar la realidad.
En definitiva, incorporar un uso no sexista del lenguaje nos ofrece la posibilidad de modificar los conceptos del mundo y de las relaciones que se establecen entre los hombres y mujeres, creando nuevas representaciones simbólicas de la realidad que trasmitan una imagen igualitaria, y que contribuyan a eliminar conceptos que generen exclusión.
Cualquier proceso de cambio, y más cuando se trata de eliminar costumbres perpetuadas a lo largo de los siglos, ofrece resistencias, y conlleva esfuerzos importantes por parte de todos los agentes que se deben implicar en ese cambio, es decir, de toda la sociedad. Pero cuando hablamos del lenguaje, hablamos de algo vivo, en constante evolución, que incorpora nuevos elementos al ritmo que marca el propio cambio de la realidad. Ya decíamos que la realidad crea lenguaje y que el lenguaje crea realidad. Es precisamente ahí donde consideramos que es especialmente importante modificar nuestra forma de comunicarnos, aprovechando la flexibilidad característica del lenguaje, para crear nuevas formas de relaciones, basadas en el respeto y el reconocimiento de todas y cada una de las personas que forman parte de la sociedad. Es posible cambiar nuestro lenguaje sin que ello suponga su pérdida de belleza o una complicación. Incluso, incorporar a las mujeres en el mismo, supondrá mayor justicia y precisión.
La sensibilización social supone un potente medio para evitar la aparición de patrones sociales de desigualdad sexual y eliminar aquellos que aún están presentes. A través de ella podemos dotar a la sociedad de los instrumentos necesarios para que sepa reconocer cuándo se inicia o se está ante situaciones de desigualdad y qué papel podemos asumir para evitar que sea así.
La educación se convierte en nuestra mejor herramienta para prevenir y corregir todos los aspectos de los que hemos venido hablando, orientar a las nuevas generaciones hacia el respeto, la igualdad, la tolerancia y la no-violencia, promoviendo culturas igualitarias entre géneros y clases constituye un objetivo que debe ser prioritario para generar este cambio social.
La implicación de los medios de comunicación resulta imprescindible para la construcción de nuevas referencias y modelos que nos permitan avanzar en la equidad de género y la erradicación de la violencia de género. Los medios de comunicación junto a la familia, la escuela, la religión, el grupo de iguales o “pares” y el lenguaje son agentes de socialización. A través de estos agentes, aprendemos e interiorizamos las normas, valores y formas de percibir la realidad de acuerdo con la sociedad en la que vivimos, lo cual nos permite desarrollar las capacidades necesarias para interrelacionarnos. En el caso de nuestra sociedad, sociedad patriarcal, hablamos de socialización de género y supone asumir un modelo concreto de mujer y hombre, a partir de las normas, funciones, expectativas y espacios sociales que se les asigna “como propios”. Los medios de comunicación juegan un papel importante a la hora de visibilizar a las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad, y no encasillarlas en los roles tradicionales de amas de casa, esposas y madres.
Mujeres y hombres comparten el mundo y ambos son protagonistas en este cambio. Nosotras y nosotros somos responsables de continuar manteniendo roles y estereotipos de género que se refuerzan entre sí y desde los que se construye la identificación de masculinidad y feminidad. Lejos de la pugna entre los géneros, resulta imprescindible aunar esfuerzos con el objetivo de impulsar un “cambio en el modelo de relación social” entre hombres y mujeres, para avanzar en la consolidación del derecho de ciudadanía, de autonomía y de empoderamiento de las mujeres.
Desde esta perspectiva es fundamental que las mujeres dispongan de espacios públicos y privados donde, como protagonistas, se visibilice su presencia en la sociedad, y en los que sus voces sean escuchadas y atendidas. Las mujeres existen por sí mismas, y este hecho es suficientemente importante como para que el lenguaje las incorpore, porque el lenguaje pertenece a la humanidad y la humanidad somos todas y todas.
De la misma manera es importante también para los hombres acceder a nuevos modelos de identificación que posibiliten una nueva masculinidad orientada a la igualdad y que desarrolle las potencialidades que actualmente son sólo consideradas como femeninas: la cooperación, la afectividad y el cuidado por la otra persona, es probable que sin este cambio no podamos llegar a una igualdad efectiva.
En definitiva, se hace necesario cuestionar el sistema social tal y como está estructurado, y situar la responsabilidad en los sistemas de poder establecidos, implica la necesidad de una profunda transformación social para erradicar las desigualdades de género, sociales, económicas y políticas ancladas en la estructura de nuestra sociedad, y que se manifiestan, cristalizan y perpetúan a través del lenguaje.
Existen muchas maneras de ser mujer y de ser hombre, debemos apostar por un lenguaje que refleje un mundo donde la diferencia no signifique desigualdad. Lo diferente puede ser equivalente, es decir, tener “igual valor”.
Jesús Pérez Viejo Director de la Asociación para la convivencia Aspacia