Cuando el nivel de conflicto entre una pareja que se ha separado y que tiene hijos/as es tan alto como para que los encuentros entre ellos sean tensos y perjudiciales para sus hijos/as, se considera que es mejor que sea un espacio neutro en el cual se cumplan las visitas con los menores sin la necesidad de que los progenitores coincidan en el mismo lugar. Para eso existen los puntos de encuentro familiar.
Melisa Martín, trabajadora social, Raquel Miguel y Alfonso Viloria, psicólogos, son los profesionales al frente del Punto de Encuentro Familiar de Getafe que es gestionado por Grupo 5. Estas profesionales llevan 60 casos. Casos que en su mayoría son derivados por un juzgado que determina el régimen de visitas en esta zona neutral de protección del menor, pero que también pueden llegar por solicitud del órgano administrativo competente en materia de protección de menores al Instituto Madrileño de la Familia y el Menor.
Objetivo: normalizar las relaciones familiares
En horario de viernes por la tarde, sábados y domingos los PEF atienden a las familias. Cuando un caso se deriva a este servicio social especializado los profesionales realizan una entrevista previa en la que conocen a la familia y el caso particular que tienen. Establecen los tiempos de las visitas y se desarrollan de tal manera que los progenitores no se encuentren para evitar el posible conflicto y consecuente malestar para el menor. También protegiendo, si en tal caso hubiera, la orden de alejamiento Los PEF también actúan como testigos del régimen de visitas establecido, ya que los progenitores deben firmar los documentos de asistencia. La visita, que puede ser bien supervisada por un profesional o sin supervisión directa, permite a los profesionales observar la relación por parte del progenitor no custodio con el menor.
El trabajo de este equipo consiste en apoyar la labor de Servicios Sociales trabajando también con los progenitores por mejorar la situación y que en un futuro puedan darse estos encuentros sin que esté el punto de por medio. Para ello fomentan las habilidades del cuidado de cada progenitor, las relaciones familiares sanas, observan situaciones que trasladan a Servicios Sociales y se trabaja en las visitas supervisadas en las que participan activamente por ejemplo tratando los acuerdos vacacionales. De cualquier forma se trata de un trabajo complejo ya que según nos comentan: “las sentencias judiciales suelen tener mucho peso entre las partes, cada progenitor piensa que estás a favor del otro, vienen con mucha desconfianza y obligados… Hay que contener mucho y tener mucha paciencia.”
Los casos que tienen no corresponden a un perfil concreto, puede haber casos de violencia de género con orden de alejamiento, pueden ser casos de drogadicción… “A los PEF no se deriva por un tipo de conflicto sino porque hay conflicto. El tipo de conflicto se trabaja en Servicios Sociales” nos dice Melissa. Y Raquel apunta que hay casos incluso que el progenitor no conoce a sus hijos/as y estos no tienen ni conocimiento previo de que es su padre. Estos casos, una vez trabajados, suelen ser bonitos profesionalmente porque la relación, el vínculo se da aquí.
El trabajo en un PEF a los profesionales les da tablas para manejar conflictos, una capacidad de improvisación y respuesta rápida ante ellos.
La coordinación, la clave
La coordinación y el trabajo en red son básicos en los PEF. Tener una relación fluida con los juzgados, con los equipos psicosociales de los juzgados, con los centros de la mujer, de drogadicción, con Servicios Sociales… y entre los propios profesionales del punto de encuentro, ya que el conocimiento sobre un mismo caso por distintas personas puede conllevar al éxito de la intervención en esas situaciones familiares.
Y por ser la clave, la inmediatez y el feedback con los juzgados siempre se puede mejorar. Sobre todo ante los informes del PEF que hablan de la evolución del caso y que son para ampliar o reducir las visitas y que al final, en quien redunda, en el menor.
Pero también hay mejoras que no son de coordinación, sino de espacio y tiempo. Un espacio más amplio y abierto posibilitaría una relación más normalizada entre el progenitor y sus hijos/as así como un horario más extenso daría cabida a una intervención más profunda que recaería en una mejor situación de las familias.