Mujer, salud mental y empleo: ¿y si fueran ellas?…

Por Mª Teresa Ruiz - Directora Centro de día y Centro de rehabilitación laboral Espartales Sur - Alcalá de Henares
22 agosto 2019

Si dedicásemos un breve tiempo a pensar en la palabra PLAN, e hiciésemos el experimento de preguntar a las personas que nos rodean en la primera palabra que les viene a la mente cuando la escuchan, muy probablemente nos encontraríamos con respuestas muy variadas y cargadas de significado para quienes responden tales como: “poner en marcha algo… diversión… hacer algo diferente… propósito… objetivo…”.

Desde la mirada de un recurso de salud mental que se dedica a acompañar en la transformación de la realidad sociolaboral de las personas que atienden, la palabra PLAN la tenemos muy presente desde hace cuatro años: el plan nos ha permitido incrementar el número de voces femeninas que con mucha frecuencia han estado invisibilizadas por la falta de apoyos específicos para salir del lugar No laboral en el que se encontraban. El Plan nos convirtió en espectadores de un “milagro” maravilloso (en el año 2018, eliminamos la brecha de género en relación a la atención de hombres y mujeres alcanzando la igualdad, llegando al 50-50).

El efecto que ha tenido esta intención consciente de transformar la realidad laboral de las personas atendidas ha sido múltiple y en diferentes direcciones:

En primer lugar nos hizo más humildes, a nosotros, los profesionales; nos dimos cuenta que los cambios pueden llegar cuando aparecen otras personas que de forma natural saben guiar porque por experiencia propia lo tiene asumido desde su rol, el rol por ser mujer. Así surgió la primera de las transformaciones, las mujeres facilitaron la mejora de los procesos de socialización de los hombres y éstos se mostraron receptivos en todo momento a sus propuestas. Pasamos de tener hombres sentados en un banco mirando al infinito a mujeres y hombres siendo activos en el disfrute del tiempo libre a través de la conversación y puesta en marcha de las propuestas de ellas hacia ellos. La máxima de menos es más dio paso a igual a igual es más.

En segundo lugar, descubrimos una realidad de mayor sobrecarga mental simplemente por la condición de ser mujer y por esa designación no explícita pero sí hecha realidad que aparece en las familias cuando alguien se encuentra en disposición de recibir cuidados. Si eres mujer y vives en casa con tus padres que necesitan cuidados, la probabilidad que el legado de la designación recaiga sobre ti es muy alta frente a un hombre en la misma condición y en la misma casa. Si a esto se suma que un problema de salud mental puede favorecer la permanencia en el domicilio de la persona por no disponer de apoyos necesarios para desarrollar su proyecto de vida, nos encontramos que la mujer puede “quedar atrapada”, con mayor facilidad que el hombre, en esta relación inversa de cuidados.

Quizás tendríamos que detenernos más a menudo a reflexionar sobre cómo extender la práctica del cuidado al otro 50% de la población para que el género no se convierta en un factor que cierre otros proyectos de vida, aunque este cierre pueda ser llevado con sumisión y aceptación.

No en vano, a ellas se las percibe con menores necesidades por los agentes de salud que las conocen en las dimensiones de la alimentación, cuidado personal, cuidado del hogar y actividades diarias como refleja el Estudio comparativo de las necesidades de pacientes con esquizofrenia en función del género publicado en 2001. Curioso este hallazgo que incide en áreas tradicionalmente asignadas a las mujeres y que mimetiza cómo se conectan ellas con sus familias de origen (hacia dentro) a diferencia de cómo lo hacen ellos (hacia fuera). Si tenemos presente que el trabajo siempre se desarrolla hacia el exterior, la asociación mujer – trabajo sigue siendo más difícil de hacer en los ámbitos sanitarios.

Por otro lado, la necesidad de estar alerta a que una tercera variable (la de tener un problema de salud mental, la segunda es tener una discapacidad) no dificulte aún más el acceso al mundo laboral hace que el vídeo al que da lugar este post: Experiencias en primera persona: Plan Mujer+Empleo, alumbre esperanza hacia el cambio, pues son mujeres que han sido capaces de compaginar el mandato impuesto de cuidar de otros, atender las tareas domésticas, ser madres, vivir en la monoparentalidad, cuidarse y aun así querer tener un proyecto laboral en donde poder construirse de forma diferente desde su individualidad, añadiendo un rol más: el de trabajadora.

Todo ello influye en su revelación por no ser tenidas en cuenta en otras necesidades (como querer trabajar) que están fuera de la construcción social de su género porque como muy bien dicen ellas: Mujer no es igual a poder con todo.

La transformación sobre la que incide este post será lenta; según las predicciones realizadas en 2017 por el Foro Económico Mundial, la igualdad de género tardará un siglo en alcanzarse. Sin duda un reto asumible en nuestra sociedad si estamos alerta, si queremos… si cada profesional, desde su parcela, pone un granito de arena para construir una sociedad enriquecida por una presencia más igualitaria de hombres y mujeres en más sectores, eliminando al máximo las barreras que dificultan el acceso a que lleguen cualquiera de los géneros.

Como ya quedó establecido en el año 2013 por la Comisión de expertos en salud mental de Estados Unidos como base para transformar la salud mental en aquel país la recuperación de un trastorno mental grave consiste en la capacidad para vivir, trabajar, aprender y participar plenamente en la comunidad. Como resultado de un reciente viaje a aquel país, me afianzo en la idea de la mejor suerte que tienen las personas en España por ser atendidas en un sistema que garantiza de forma universal la cobertura de ayudas sanitarias y psicosociales para su recuperación. Si hemos hecho fácil lo complejo no tendríamos que detenernos en incorporar cuanto antes una perspectiva de género en las intervenciones rehabilitadoras.

La filosofía del Plan Mujer nacido en un recurso de rehabilitación de Salud Mental es el primer pilar de una cadena de acciones que comienza por hacer visibles a las mujeres que no estaban llegando y por tanto incrementar las oportunidades de reconectarlas con el mundo laboral porque estas ciudadanas también tienen mucho que decir en el desarrollo de una sociedad más solidaria e igualitaria.

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