Entrevistamos a Joseba Zalakain, licenciado en Ciencias Sociales y de la Información por la Universidad del País Vasco (1991) y tiene un Diploma de Estudios Avanzados en Trabajo Social por la Universidad Pública de Navarra (2004). Actualmente trabaja en el SIIS Centro de Documentación y Estudios de la Fundación Eguía Careaga del que es director desde el año 2007. Dentro del SIIS, ha participado en diferentes estudios e investigaciones sobre pobreza y exclusión social, dependencia, envejecimiento, discapacidad y drogodependencias. Hoy hablamos sobre su libro «Repensar las políticas sociales».
¿Por qué es tan importante el tema que se plantea en el libro?
Por una parte, creo que es esencial lo que dice el título del libro, que es repensar las políticas sociales, porque creo que, en general, tenemos un Estado de bienestar, un sistema de políticas sociales que está diseñado y pensando para una realidad que ya no existe. Me refiero a la realidad que existía hace 40 o 50 años pero que ya tiene poco que ver con el contexto actual. La incorporación de la mujer al mercado de trabajo, el tipo de trabajo que podían hacer los hombres que se iban incorporando al mundo del empleo, así como la inmigración o la globalización, son elementos que han hecho que la situación cambie radicalmente. Si queremos seguir manteniendo Estados de bienestar y sistemas de protección social, no podemos hacer como si nada ha cambiado; hay que repensar las políticas sociales, y esto es evidente.
Por eso es muy importante este tema. Porque, además, a la hora de repensar las políticas sociales se plantean dos paradigmas que analizamos en el libro: la idea de la inversión social y los sistemas de redistribución. Estos, en parte se están planteando como, digamos, las grandes novedades o las grandes líneas para actualizar esas políticas sociales. Si, por ejemplo, la UE nos está diciendo que la inversión social es la línea hacia la que debemos avanzar, o el paradigma o el enfoque en el que nos debemos basar, hay que analizar entonces qué límites o posibilidades tiene. La idea del libro no es otra que analizar esos dos paradigmas: ¿son tan buenos cómo unos dicen o son malos cómo otros dicen? Por eso analizamos los límites, las ventajas, las posibilidades y los problemas que pueden tener cada uno de ellos.
En los últimos años, qué cambios significativos podrías señalar de las Políticas Sociales
Las políticas sociales no han cambiado tanto… Es evidente que con la crisis han sufrido muchísimos recortes. Sin embargo, ha cambiado mucho más el escenario en el que se aplican las políticas sociales que las propias políticas.
¿Cambios? Yo creo que ha habido dos, pero no por la crisis, sino desde mucho antes. Uno de ellos es esta especie de retroceso generalizado en la capacidad de los Estados de bienestar que cada vez se han ido cuestionando más políticamente y socialmente. Hay autores que han hablado de la edad de oro, de la edad de plata… Ahora, según ellos, estaríamos en una especie de edad de bronce, por lo que no se puede decir que se hayan derrumbado, pero son mucho menos fuertes, inseguras y débiles de lo que eran hace 20 años.
Y en esa especie de retroceso ha ganado mucha presencia una idea que igual antes también existía pero que no estaba tan desarrollada: la mejor política social es el empleo. Antes se creía que con acceder a un empleo los problemas de exclusión social, de pobreza, etc., estaban solventados o regulados. Y todas las políticas sociales se orientan a conseguir un empleo hacia las personas. Pero al mismo tiempo vemos que el empleo ni te saca de la pobreza, ni de la exclusión, ni hay empleo para todos/as….
Esos son los cambios fundamentales; esa idea de la activación y del empleo como elemento fundamental y un retroceso más o menos constante en muchos países en las políticas sociales.
¿Hay algún modelo a seguir?
Siempre hemos pensando, y creo que todavía podemos seguir diciéndolo, que los países nórdicos han conseguido una combinación bastante aceptable dentro de que no hay varitas mágicas y de que todos los Estados tienen problemas. Decir que un país tiene unas políticas sociales que son una maravilla sería ingenuo y tonto.
Países como Suecia o Dinamarca han conseguido niveles de pobreza y desigualdad bastante bajos y niveles de cohesión social y de crecimiento económico relativamente altos. En general lo han hecho bastante bien.
Tampoco se puede decir que los países del centro de Europa como Alemania, Francia, Austria, etc., tienen malas políticas, pero si nos comparamos con los países nórdicos, deberíamos reconocer que son países que siguen siendo un referente. Sin duda alguna.
En el libro habláis de políticas de preparación, ¿llegaremos algún día a este modelo?
El problema es que se invierte poco en la infancia. Se invierte poco en la juventud y en políticas de preparación. Se invierte poco en prevención y se invierte más en compensación cuando, digamos, la desigualdad ya ha sido creada.
Hay que trabajar más en la prevención e invertir más en la infancia, en la juventud, en la educación, en la formación a lo largo de toda la vida, en la atención infantil, etc. Eso podría hacer que no tuviéramos que invertir y rascar tanto en protección o reparación, como dicen ellos.
Los Estados que funcionan bien invierten antes del problema en lugar de invertir para paliar los problemas que se han generado. No sé si llegaremos a este modelo, pero tenerlo como objetivo siempre es bueno.
¿Cómo se pueden hacer efectivas esas garantías ( ingresos, trabajos, servicios sociales) en Gobiernos en recesión?
Solo se puede hacer de dos maneras: primero, con una fiscalidad distinta que la que hay en muchos países de Europa, por lo menos en España. Si quieres tener Servicios Públicos potentes y poder garantizar ciertos derechos tienes que tener una fiscalía fuerte. Y tampoco vale con que solo paguen impuestos los ricos, sino que, en España, en general, todos pagamos menos impuestos de los que deberíamos. Luego, no se puede hacer una economía sólida que piense solamente en modelos productivos de muy bajo coste; o sea, si todos vamos a tener trabajos de bajo perfil, por mucha voluntad política que tengamos, es difícil tener un Estado de bienestar potente si no hay una economía potente. Y eso se consigue con innovación, con modelos productivos con valor añadido… Con Gobiernos en recesión, si la idea es recortar y no gastar nada, pues desde luego no se puede hacer Estado de bienestar. Hay que pensar en una fiscalía nueva y apostar por modelos productivos un poco más sólidos que los que España ha tenido. Y eso es lo que te puede hacer salir de la recesión, además, la propia inversión en esos derechos es lo que genera también riqueza.
Eso es lo que vemos que pasa en muchos países, que la propia inversión en derechos, en prestaciones económicas, en servicios de atención infantil, en educación, etc., no es que sea un gasto, sino una inversión en el sentido que mejora el crecimiento económico. Lo que no hay que hacer es dejar de invertir en ese tipo de servicios cuando estás en recesión, porque si no es la pescadilla que se muerde la cola.
¿Las políticas sociales son solo cuestión de políticos?
No. Y creo que en España no pasa eso. También son cuestión de la ciudadanía. Desde luego no son solo cuestión de los políticos; es cuestión de los profesionales -que hay muchos y muy implicados-, de las asociaciones, del tercer sector y del conjunto de la ciudadanía. Y, a veces, no creo que jueguen un papel muy activo. Se podría jugar un papel muy activo y, desde luego, no dejar que todo el protagonismo lo lleven los políticos.
¿Existe realmente la compensación entre calidad y cantidad?
En los servicios sociales a menudo hay que elegir. A veces hablan de un cuatrilema: cantidad- calidad- recortes o contención del gasto público. Hay que decidir si lo que vas a crear, por ejemplo, son más plazas residenciales o lo que vas a hacer es atender mejor a las personas que están en esas plazas, pues, según las épocas, a veces nos tenemos que centrar en crecer en cantidad y a veces nos tenemos que centrar en crecer en calidad. Yo creo que eso son decisiones que hay tomar. En los servicios sociales, durante mucho tiempo, ha sido necesario crecer en cantidad y quizás por ahí ya estamos llegando a niveles aceptables. Ahora tengamos que empezar a crecer en calidad, y, en el ámbito de los servicios sociales, crecer en calidad significa hacer las cosas de otra manera. Por eso creo que no debería ser incompatible cantidad y calidad.
Ha habido épocas en las nos hemos tenido que centrar más en crecer y atender a más personas, y cuando eso está relativamente alcanzado, y aquí yo no diría que estemos tan mal en eso, lo que tenemos que empezar es a pensar en atender de otra forma.
¿Existe realmente el Estado de bienestar?
Sí, yo creo que Europa tiene un Estado de bienestar que es la envidia de muchísimos sitios. Tiene sus problemas, ha retrocedido… Pero al mismo tiempo creo que no hay que ser demagogo. En España hemos tenido una sanidad, una educación, unas pensiones que pueden haberse deteriorado pero que siguen siendo razonablemente buenas… En España hay muchas cosas mal, que nunca han funcionado bien o se han deteriorado, pero sí existe Estado de bienestar. Es más, creo que hay más cosas que nunca han funcionado bien que las que se han deteriorado y, por supuesto, muchas cosas por mejorar. Vamos a partir de la base, como dice Luis Moreno, de que estamos en una edad de bronce, pero esto no es ni Argentina, ni Marruecos ni EEUU.
¿Hacia donde crees que se dirige la inversión social?
Yo creo que la inversión social va en esa dirección, que a mí no me parece mala, de trabajar en la preparación, en invertir más en la infancia y la juventud. Y sobre todo, en una cosa que cada vez es más peligrosa, que es estar determinado por la familia en la que has nacido, que los hijos de los pobres sigan siendo pobres. Si naces en una familia con una economía débil es mucho más difícil salir de la pobreza. Y unas de las claves fundamentales de la inversión social es esa. En el libro señalamos esas diferencias sociales que tienen que ver con la edad, con patrones de vida, etc., entre los jóvenes y los mayores. Creo hay que invertir en igualdad entre hombres y mujeres, en conciliación, en introducir a la mujer en un mercado laboral igualitario… Hay muchas cosas que podrían mejorar sabiendo también que como cualquier política tiene sus límites.
¿Qué impacto tiene la inversión social en la sociedad?
El impacto sería evitar problemas no compensarlos cuando ya han surgido.
Realmente, lo importante no es dar ayudas a la gente cuando están en situación de pobreza, si no evitar que caigan en la pobreza. Y no dar ayudas a personas en situación de desempleo, o, en el ámbito de los mayores, es muy claro, hay un paradigma que es el del envejecimiento activo que tiene mucho que ver con esto: evitar que la gente desarrolle situaciones de dependencia.
Toda esa idea de prevención de problemas, es más viejo que la pana, pero el Estado de bienestar no está pensado en esas claves, está pensado en unas calves de, tu funcionas solito, sin ayuda, y cuando te surja un problema, pues entonces ya te ayudaremos. Pero claro, las cosas han cambiado.
Hay que intervenir antes de la pobreza. ¿El impacto? que al final hay que gastar menos, que hay sociedades más cohesionadas con menos problemas de desigualdad. Un enfoque claro de las políticas sociales podría hacernos vivir con en Canadá, como en Dinamarca o como en Suecia, que no son paraísos, pero, en general, la gente vive mejor que en muchos países del sur. Aunque igual se aburren más.
¿Cómo un sistema de servicios sociales contribuye a la mejora de un país?
En el ámbito específico de las políticas sociales yo creo que contribuye atendiendo a las personas que necesitan algún tipo de acompañamiento y cuidado, porque también hemos generado sistemas en el ámbito de los servicios sociales en situación de dependencia o de exclusión social que, bueno, además de los apoyos económicos, lo que necesitan, sobre todo, es algún tipo de acompañamiento comunitario.
El papel de los servicios sociales no es tanto dar dinero, que eso ya lo hace la seguridad social o quien lo tenga que dar, ni dar vivienda, sino ese acompañamiento y esa dinamización de las comunidades que puede ayudar mucho a esta gente que tiene estas necesidades de orientación, y de autonomía.
¿Cómo podernos transformar las políticas desde los gobiernos, ciudadanos o empresas?
En los ciudadanos, una implicación comunitaria más potente de apoyo.
En el caso de las empresas, doblemente. Si hay alguien que puede hacer mucho por la inclusión social son las empresas garantizando condiciones de trabajo buenas. Y eso es lo que no está pasando; salarios y condiciones de trabajo buenas. Si las empresas tuvieran una visión mucho más inclusiva, un montón de problemas que tenemos hoy no los tendríamos.
Y cuando digo empresas también quiero decir los consumidores. Si los consumidores consumiéramos producto de empresas que sabemos que han tenido y tienen un comportamiento más o menos ético o inclusivo, a muchas empresas no les compraríamos nada y favoreceríamos esta idea de inclusión, y de preparación. El ciudadano, desde el punto de vista de consumidor o de ciudadano voluntario, tiene que implicarse en cuidar a las personas que están a su alrededor. Solo como consumidores tenemos un montón de cosas que podríamos hacer y no hacemos.
Y los gobiernos está claro que pueden hacer mucho, tanto generando políticas como recaudando el dinero suficiente para poder invertirlo en esas políticas de las que hablamos.