Acostumbrado a recoger el dolor que vierten aquellas personas con que las que día a día nos topamos. Acostumbrado a sostener el sufrimiento, amortiguar el golpe, tratar de minimizar el impacto tan cruel que supone, sean cuales sean las circunstancias, despojarte de lo material y de lo inmaterial. De lo que nos ayuda a vivir por fuera y por dentro. Acostumbrado a profundizar en un pozo de dolor, desidia, abatimiento…Y de lágrimas.
No sé si el embrujo de la Navidad ha esparcido su mágico jugo, pero hoy a las puertas de la noche más familiar del año, un hombre de 63 años volvió a sentirse niño al recordar lo vivido.
Hay recuerdos que se nos graban con más o menos fuerza en lo más hondo de nuestro ser; y de categorías diversas. Hoy Antonio, visitaba lo que él decía “su casa de los domingos”. Una casa con 50.000 personas empadronadas. No era en esta ocasión el albergue de Sevilla donde reside, sino el Campo del Betis, donde después de 30 años volvía.
Antonio en cuanto se adentró en los aledaños de esta «casa», rompió a llorar. Independientemente del impulso que le produjera el llanto, lo realmente emotivo es que florecieran recuerdos de su niñez, de su familia, de sus amigos; de lo bello que es vivir.
«En cuanto cobre me saco el carnet”, decía una y otra vez. Y descontroladamente sus lágrimas no pararon de fraguar hasta desembocar en las propias de este trabajador social que tuvo la inmensa suerte de acompañarlo en esta fría noche sevillana, abrigado con el inmenso calor que desprendía tanta emoción. Además, en el descanso del partido se tiraron peluches para los niños y niñas más desfavorecidos/as. Y él por supuesto, tiró el suyo, un delfín azul y blanco, como si de alguna forma a ese niño que le caería ese regalo fuera, años más tarde, él mismo.
Porque es indiferente lo que se sienta, lo importante es sentir.
Y hoy Antonio y yo no olvidaremos la nochebuena del 2024. Cuántas noches malas para una noche buena… Hoy la Navidad es blanca y las lágrimas son verdes. Verde como el equipo de su corazón. Verde como la esperanza del que confía que la vida, a pesar de los vaivenes sufridos, le devuelva la dignidad que merece.
Hoy, gritó su corazón, pero no de rabia y dolor de tantos años en situación de calle. Hoy gritó su corazón, a través de su Betis, de profunda alegría (que hace falta).
La estrella de Grupo 5 de Oriente ancló en la Avenida de La Palmera.




Que bonita historia para compartir!!! Bonita, porque llega al corazón. Bonita, por cómo ha sido contada, con ternura. Bonita, porque alcanza y transmite la esencia de lo que somos: experiencia, esperanza…..también, ilusión ( motor de la vida).
Gracias!!
Que grande eres Nacho cómo persona y como trabajador. Ojalá hubiera más personas en el mundo como tú. Gracias por tener ese corazón tan enorme.
Gracias por vuestras palabras de cariño.
Nacho García Cumbreras