Artículo publicado en la Cadena Ser con motivo de la publicación del libro «Escuelas Inclusivas Singulares», publicado por Editorial Grupo 5.
Son centros educativos con sistemas de enseñanza peculiares, en los que la sociedad, la tecnología, los medios de comunicación o la participación de la familia se suman como elementos esenciales en la formación del alumnado. Lugares en los que el juego, la libertad, la creatividad o la diversidad se convierten en valores irrenunciables.
Ha sido un año convulso para la educación, con multitud de protestas y mareas verdes contra la reforma educativa del ministro Wert, aprobada en el Congreso el pasado 28 de noviembre. Sin embargo, y a pesar de los sucesivos cambios normativos, en diferentes puntos de España se mantienen algunos modelos educativos de éxito que sobreviven a la adversidad. Son escuelas inclusivas singulares, con métodos educativos no tradicionales, que suponen una pequeña muestra de que es posible aprender y enseñar de otra manera.
El sistema ‘Amara Berri’ se desarrolla en una veintena de colegios de Euskadi. Considera al alumno como un ser global y le otorga un ritmo individualizado de aprendizaje. La diversidad se contempla como una cualidad, y no como un factor de discriminación, y el juego es el principal método de aprendizaje. «El juego es una actividad humana que facilita el aprendizaje», señala Elena Guerrero, asesora de la red del Sistema Amara Berri. «No tenemos que motivarlos para jugar, porque ya están motivados. Por medio de ese juego, convertido en actividad, van a vivir, y porque viven, aprenden». Para ello, se programan actividades-juego conformando distintos contextos sociales e imitando el mundo del adulto. Uno de esos contextos, por ejemplo, es el de la tienda, donde los alumnos y alumnas aprenden a comprar y vender, aprenden los pesos, las medidas, etc.
Al principio, unos sistemas tan innovadores o alejados de la enseñanza tradicional,provocan recelos en algunos padres, como reconoce Elena Guerrero. «El recuerdo que las familias tienen de la escuela es el de un señor o una señora que te cuenta unas cosas y el alumno escucha. Por eso hay que contarles todo muy bien, justificarlo todo y compartirlo todo con ellas».
En la comarca minera de Andorra, en Teruel, se encuentra la escuela de Ariño. Se trata de un Centro Rural Agrupado ubicado en un municipio de unos mil habitantes donde no llega la prensa diaria. El uso de la tecnología se considera indispensable. Las aulas son autosuficientes, con ordenadores y conexión a Internet, y con posibilidad de acceder a la información en todo momento. Desde 2003 es una comunidad de aprendizaje, en la que la comunidad educativa al completo sueña el proyecto de escuela que quiere y se implica directamente en la formación del alumnado. Tiene una vinculación muy fuerte con los medios de comunicación, y la influencia de la tecnología en los niños y niñas se observa también en los adultos, con una interacción importante en las redes sociales o en la creación de blogs, como quedó demostrado durante las marchas mineras de hace más de un año.
Cáceres cuenta el colegio Paideuterion, que pone en práctica un sistema en el que el diálogo entre iguales y la reflexión colectiva enriquecen el aprendizaje. Se introducen tertulias en el aula, con voluntarios que imparten clases y que los propios alumnos pueden reclamar para enriquecer su formación. Es lo que se conoce como ‘grupos interactivos’, y en ellos tienen cabida los voluntarios, que son profesores y estudiantes universitarios, padres y madres de alumnos, estudiantes de master, etc. «El profesor diseña unos ejercicios, y lo que facilitan los voluntarios es la interacción entre los alumnos para que se ayuden entre ellos y aprendan juntos, porque todos tenemos algo que aprender y algo que enseñar», dice Teresa Vázquez, profesora del colegio Paideuterion. «Los alumnos los reciben con los brazos abiertos, porque cuando tienen que preparar un examen con alguna dificultad, ellos mismos piden grupos interactivos para llevarlo mejor».
En Madrid, el centro Padre Piquer ha puesto en marcha un sistema de aprendizaje cooperativo con un método que permite que no todos los alumnos estén aprendiendo lo mismo al mismo tiempo. Se contempla la figura del profesor como facilitador de la enseñanza, aunque es el alumno el que se implica desde el principio en su propia educación. El centro partía de una situación previa complicada, con alumnos de 24 nacionalidades distintas, otros con dificultades y problemas familiares importantes, un profesorado muy agotado por no encontrar soluciones, motivos por los que se decidió cambiar totalmente el modelo. «No fue fácil», reconoce Beatriz Núñez, profesora en el Padre Piquer, «pero había mucha ilusión detrás, y hubo mucho trabajo, ganas, un equipo de gente muy motivada, y eso fue lo que lo hizo posible. El cambio ha sido muy significativo».
La escuela Trabenco, de Leganés (Madrid), también apuesta por el aprendizaje en comunidad. En ella se promueve la actitud crítica de padres y alumnos y se resaltan valores como la responsabilidad o la solidaridad. Víctor González, maestro de infantil en ese colegio, apunta que todos los días hay asambleas en las que «los alumnos y alumnas pueden exponer libremente cualquier tema que les interese trabajar, y también si tienen algún conflicto o dificultad. Después, entre todos se pueden buscar soluciones compartidas. De hecho, la libertad es muy importante, porque en la medida en que se fomenta desde el centro, se generan procesos creativos. Si te dejan expresarte libremente, tienes más capacidad para poder crear».
El propio Víctor González reconoce que muchas veces se producen más reticencias entre el profesorado que entre los padres o alumnos a la hora de implantar estos modelos educativos abiertos, a pesar de su éxito demostrado. «Normalmente, los profesores tienen más miedo al cambio o a quedar expuestos si se abren las puertas: expuestos a ser juzgados por los compañeros o por las propias familias si tu trabajo es accesible». En ese sentido, Pablo Cidoncha, director del colegio Paideuterion, en Cáceres, señala que «la escuela tradicional ha pesado mucho, hay mucha resistencia, mucha inercia que superar y mucho que cambiar. Creo que algunos profesores piensan que no seguir con los principios que le han enseñado y con los que lleva tantos años conviviendo, sería como sentirse frustrado con su profesión. Por eso siguen aferrándose a que la forma tradicional de impartir las clases es la correcta y la mejor, y que los que tienen que cambiar son los demás».
Estos cinco casos concretos, con modelos de enseñanza alternativos, aparecen recogidos en el libro «Escuelas Inclusivas Singulares», publicado por la editorial Grupo 5, en un trabajo coordinado por los profesores Juan Luis Gómez y Alejandro Martínez, del Centro Universitario La Salle, de Madrid.