¿Qué profesiones estigmatizan más a las personas sin hogar?, ¿qué nivel de rechazo sucede cuando preguntamos a la población sobre si viviría con alguien que tiene un problema mental?, ¿qué atributos generan estigma en las personas con discapacidad intelectual?, ¿qué papel tienen el lenguaje y los medios de comunicación en el estigma social?, ¿o cuántas personas se han encontrado sin hogar durante un periodo de tiempo en su vida?
Desde la Cátedra UCM-Grupo 5 Contra el Estigma damos a conocer el día 6 de octubre, los resultados del primer estudio nacional sobre el estigma a las personas con problemas de salud mental, en situación sin hogar y discapacidad intelectual.
El estigma se ha definido como un atributo profundamente devaluador, que degrada y rebaja a la persona portadora del mismo (Goffman, 1963). Este fenómeno social suele conceptualizarse en tres dimensiones en constante interacción: cognitiva (estereotipos), emocional (prejuicios) y conductual (discriminación) (Corrigan & Watson, 2002; Garrido y Álvaro, 2007; Muñoz et al., 2009; Muñoz et al., 2020). Los estereotipos son creencias compartidas por la sociedad, corresponden con presunciones colectivas sobre un grupo que se utilizan para categorizarlo, y entre ellos se encuentran características como incompetencia, culpa, peligrosidad e impredecibilidad (Corrigan et al., 2014; Rüsch et al., 2005). Los prejuicios aparecen cuando una persona está de acuerdo con esos estereotipos aprendidos, son respuestas cognitivas y afectivas ante los mismos, y generan discriminación y reacciones conductuales de hostilidad (Corrigan, 2000). Por último, la discriminación se define como aquellas conductas negativas dirigidas hacia el grupo social estigmatizado, con frecuencia medida a través de la distancia social (Corrigan & Watson, 2002).
Pero el estigma no es simplemente una etiqueta o atributo que discrimina a la persona, también es una dinámica, es decir, una serie de procesos psicosociales basados en el intercambio de conductas entre dos grupos, los estigmatizados y los estigmatizadores, destacando una serie de diferencias negativas. En consecuencia, estas diferencias crean dos grupos separados (“ellos/as” y “nosotros/as”), y llevan a una pérdida de estatus y a la discriminación del grupo de “ellos/as” (Corrigan et al., 2014). Dicho de otra forma, el estigma es un proceso compuesto del reconocimiento de la persona como “distinto”, la activación de creencias negativas y erróneas y, por último, la aparición de emociones negativas o discriminación hacia dicha persona (Overton & Medina, 2008), lo que deriva en segregación, discriminación y asimetría de poder.
Por otra parte, el estigma personal se define por la interiorización de todas esas actitudes por parte del individuo con problemas de salud mental, en situación sin hogar o con discapacidad intelectual, que las hace suyas (Corrigan et al., 2014). Por último, el estigma estructural aparece cuando son las propias políticas institucionales las que discriminan a estas personas.
El estigma afecta a un gran número de personas de forma global, y los datos son preocupantes. Centrándonos en las condiciones del estudio, siguiendo los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2013), el 25% de la población mundial sufrirá un problema de salud mental a lo largo de su vida, encontrando en España 581.126 personas con enfermedad mental reconocida (IMSERSO, 2020). La Estrategia Nacional Integral para Personas Sin Hogar 2015-2020 estima que la cifra de personas en situación de sin hogar en España es de 33.275 personas, aunque existen encuestas recientes que aumentan la prevalencia vital de la situación sin hogar hasta un 12% de la población (Taylor et al., 2020). Y, por último, se estima una prevalencia de entre el 1 y el 3% de personas con discapacidad intelectual en los países más desarrollados (Allen Leigh et al., 2010), encontrando en España 281.720 personas con discapacidad intelectual reconocida (IMSERSO, 2020).
El estigma asociado a estos colectivos minimiza sus oportunidades, agrava su sintomatología, dificulta su acceso a servicios y derechos básicos como la vivienda o el trabajo, y merma sus posibilidades de interacción con la sociedad.
Considerando los escasos estudios realizados acerca del funcionamiento del estigma en las condiciones mencionadas, se debe señalar que ninguno de ellos incluye un planteamiento de género directamente en el diseño y desarrollo de la investigación, más allá de desagregar los análisis estadísticos teniendo en cuenta el género. En este sentido, por el momento no se conocen encuestas que incluyan el enfoque de género en los propios instrumentos de evaluación. Nos preguntamos si, de este modo, se estarían abordando o no las diferencias de género a la hora de medir el estigma. Si preguntamos por la peligrosidad percibida de Elena en una viñeta que evalúa, por ejemplo, esquizofrenia, ¿los resultados serán iguales que si preguntamos por la peligrosidad percibida de Antonio? ¿Elena y Antonio recibirán de la población los mismos estereotipos y prejuicios, y sufrirán las mismas conductas discriminatorias? Estas preguntas hacen por tanto necesario explicitar el género ya en los propios instrumentos de evaluación, para tratar de minimizar los sesgos que puedan acompañar a esta variable, ajustando los ítems para preguntar por “mujeres con…”, “varones con…”, “personas con…” etc.
Además, uno de los puntos fuertes del trabajo es haber identificado temas de interés para las personas afectadas mediante una metodología cualitativa previa al desarrollo del cuestionario cuantitativo, en la que participaron personas con alguna de las tres condiciones estudiadas. De este modo, se presentan en esta memoria los principales resultados de la primera encuesta nacional sobre estigma asociado a los problemas de salud mental, discapacidad intelectual o en situación sin hogar, considerando el género en la definición de variables y problemas de estudio, en el muestreo, en el diseño de los instrumentos de medida, en el análisis estadístico y en la elaboración de conclusiones.
Teniendo en cuenta estas dimensiones, el presente estudio se ha realizado a nivel nacional dando voz a las personas que viven con trastornos mentales, discapacidad intelectual o en situación sin hogar, y a la sociedad en general con el fin de entender el estigma y poder abordarlo desde diferentes perspectivas para reducir las falsas ideas de inutilidad, peligrosidad, infecciosidad y todas aquellas ideas negativas asociadas a las tres condiciones estudiadas. Así podrá desarrollarse una sociedad más inclusiva, justa y que aborde el estigma desde un conocimiento científico, claro, profesional y objetivo. Esta fase cualitativa se desarrolla tras una encuesta cuantitativa respondida por 2755 personas.
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Buenos días
Solo quería felicitar al equipo de trabajo de la Cátedra por el excelente trabajo que realizan.
Enhorabuena