Intimidad no intimidada

Por Sara Sáinz - Coordinadora de comunicación de Grupo 5
31 octubre 2019

Durante los próximos meses vamos a trabajar desde dos Grupos Focales de Ética guiados por Joan Canimas, los fundamentos de la libertad y la intimidad, dos elementos muy interesantes que tanto juntos como independientes podrían dar lugar a numerosas tesis.

La intimidad está muy presente en la vida cotidiana de las personas. Tan presente que no podemos percibir un “yo” sin el aspecto de la intimidad. Además, con la llegada de las nuevas tecnologías a nuestras vidas, la cuestión de la intimidad se ha visto modificada y reestudiada; y por tanto resignificada.

En el escenario de la intimidad se resuelven dos grandes marcos: presencialidad e información, referida esta última a la confidencialidad. La presencialidad se refiere directamente al cuerpo y a los espacios físicos. En esto último es en donde vamos a hacer una parada.

La intimidad toma una importancia vital en nuestro día a día, de hecho, como nos decía Joan Canimas “la intimidad es un derecho porque es importante”. Y en esta atmósfera es inevitable no ensamblar intimidad con privacidad.

En Grupo 5, gestionamos muchos centros de atención a personas en situación de vulnerabilidad: personas con enfermedad mental, sin hogar, con discapacidad, con daño cerebral e infancia y familia que requieren de una atención diaria y completa ya que muchos residen en los centros y, por tanto, se forman dilemas éticos y morales alrededor de estos temas.

En estos centros nos encontramos con habitaciones compartidas y estados de salud que hacen que la intimidad no solo sea un derecho, sino un dogma.

En el momento en el que la persona usuaria está condicionada por su enfermedad o por su situación, su intimidad (y privacidad) queda muchas veces, y de alguna manera, expuesta a terceros. En la relación de persona que atiende – persona atendida, todas estas dimensiones se encuentran con frecuencia. Y la única validez es que la intimidad no sea intimidada. Que las acciones no acobarden el cuerpo-lugar-confidencialidad de la persona. O por lo menos, lo mínimo posible.

Cosas como entrar a una habitación sin llamar, altera el espacio; una de las bases de la intimidad. Actos como coger a un niño por detrás – aunque sea para darle un beso- altera de la misma forma las dimensiones de la intimidad. Un hecho como cambiar un pañal a alguien dependiente, requiere un cuidado de espacio-lugar-confidencialidad, que no debemos descuidar.

Pero, además, el respeto a la intimidad comparte una delgada línea con la humanización; es decir responder a la dignidad de las personas.  Y en este caso, en la humanización de la asistencia y la atención.

Iniciamos estos grupos promovidos por el Observatorio de ética de Grupo 5, que es el impulso a la calidad asistencial a las personas que atendemos, evaluando e informando de todos aquellos riesgos y situaciones que requieran cambios en nuestra forma de proceder para seguir actuando de manera éticamente correcta. Y lo más humanamente.

3 Replies to “Intimidad no intimidada”

  1. Carlota dice:

    Reza una frase del Antiguo Testamento: «Descálzate, mira que el terreno que pisas es terreno sagrado». …pues así en este trabajo, y en la vida, no olvidando que la «otredad», el otro, la otra, es terreno sagrado al que acercarse con todo el respeto, toda la humildad y la suficiente dosis de ternura para que la persona se sienta en un espacio de confianza, de seguridad, de apoyo y, en ocasiones, me atrevo a decir de consuelo. Hablas de los espacios de los centros, donde la intimidad es mayor y es mas fácil de vulnerar si no se pone cuidado y atención, (cosa que el personal laboral de base de esta casa es algo que seguro hacen fenomenal), pero me apetece comentar que tanto en Educación Social como en Protección entramos directamente en los domicilios de las personas que atendemos. Que alguien te abra la puerta de su casa para recibirte, (incluso a veces te esperan con un café), le da una dimensión importante a lo que comento lineas mas arriba. Esa frase de «los trapos sucios se ventilan dentro de casa» resulta que se convierte, «Voy a ventilar mis trapos sucios en mi casa, contigo».
    Es una gran responsabilidad y es muy importante cuidar los procesos, los espacios, el respeto, tomar conciencia de la «sacralidad» de las familias, de las personas que las componen, de la infancia, de las personas que atendemos…ser amables y cuidadosos nunca es malo y es absolutamente necesario en este trabajo nuestro.
    Yo sé que soy tremendamente «plasta» con esto, pero es que me parece fundamental para el trabajo que hacemos. No trabajamos con tornillos, trabajamos con personas. Somos personas, Bientratar debería ser un verbo fundamental. No se nos puede olvidar esta dimensión de la que hablas en tu post.

  2. Guillermo Bell dice:

    Muy buena entrada en el blog, me ha gustado mucho. Relacionando lo que dices con el comentario de Carlota, creo que el valor clave en este contexto es la dignidad (que aparece en el texto). Hay escenarios en los que la intimidad se va a perder, queramos o no, a veces persiguiendo un bien mayor (una intervención en cualquier UCI de un hospital, cualquier intervención social en contextos extremos sociales, o simplemente entrando en casa de las personas que atendemos, como nuestros equipos de educación social; y sobre la intimidad de la información seríamos de una ingenuidad impropia de nuestra edad si creemos que con las tecnologías actuales podemos defenderla ante cualquier institución más poderosa que nosotros). Pero la frontera que jamás debe traspasarse desde un punto de vista ético es la dignidad de la persona. Esta es una línea roja absoluta. La intimidad es subsidiaria siempre de la dignidad.G

  3. Sara Sainz dice:

    Gracias a los dos.

    Exacto, en Educación Social, o, se me ocurre también, en los Equipos de apoyo Social Comunitarios (EASC), tenéis también un papel importante en cuanto a la dimensión de la intimidad. Tanto que, teniendo solo nociones básicas de la educación social, estoy segura que ese respeto (humano) de la intimidad de las personas, de sus casas, y de sus vidas, es una parte esencial de vuestra intervención, y explica por qué la gente confía tanto en vosotros.

    Es verdad, que yo me había centrado más en personas más dependientes, y en estos casos debemos ser todavía más cuidadosos con la intimidad, pues, de un modo u otro, su derecho recae en nosotros.

    Y por supuesto, la dignidad es como la sal de la tierra.

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