Aunque hoy soy el presidente ejecutivo de Grupo 5, empiezo mi etapa de colaborador en nuestro blog “Momentos de vida” haciendo una confesión vital bastante lejana a mi puesto actual: hace muchos años estudié Filosofía. Con “F” mayúscula. Y es que casi todo el mundo tiene un pasado oscuro. Esa etapa fue un “Momento de vida” personal bastante olvidado y en el que no suelo pensar demasiado. Pero hoy voy a hacerlo conectándolo con un evento personal que me sucedió esta semana y que me da pie a hablar de uno de los temas más importantes de reflexión para una empresa como Grupo 5: las políticas sociales y su futuro. Porque la filosofía es en general aburrida pero de cuando en cuando nos sorprende con reflexiones interesantes que nos ayudan a entender mejor el mundo en el que vivimos.
Paso a la vivencia de esta semana
Un político relevante a nivel regional con responsabilidad de gestión sobre muchos miles de ciudadanos me confesaba que echaba de menos que él mismo y sus compañeros de partido tuvieran unos principios básicos claros en los que basar su toma de decisiones en casos complicados. Según me decía, el problema no está en no saber qué hacer en todos los casos concretos; porque en las situaciones habituales casi todos acaban saliendo del paso, tomando normalmente pocos riesgos y copiando lo que hace su equivalente en la administración paralela. Se trata de tener (o mejor dicho, de no tener) unos principios muy generales, un marco de creencias básicas muy global, que les permita enfrentarse a situaciones totalmente nuevas, complejas, con un grado de incertidumbre desconocido hasta el momento, como son los tiempos que se presentan a corto y medio plazo.
Cuando no hay suficiente dinero en la caja pública para llegar a todo, muchas elecciones a la vista y nadie da unas instrucciones claras y precisas ¿qué se hace? ¿hay que parar proyectos? ¿con qué criterio? ¿se intenta ingresar más? ¿con qué instrumentos? ¿a qué precio? ¿a qué colectivos? ¿corriendo qué riesgos? ¿cómo saber si la decisión es equitativa? ¿qué consecuencias tendrá en los ciudadanos o en ellos mismos si se equivocan? Pocos políticos, en España y fuera de España, están preparados para afrontar tiempos complejos, con mucha incertidumbre, como los que estamos viviendo y vamos a vivir, y tomar las mejores decisiones para los ciudadanos que seguimos esperando de ellos que nos solucionen los problemas. Especialmente en el campo de los servicios sociales, una de las áreas más sensibles a nivel mediático, político y de repercusión económica para las arcas públicas.
Ahora la conexión con la filosofía
Porque esto, creo, tiene bastante que ver con la distinción de Ortega y Gasset entre “ideas” y “creencias”. Ortega decía que el ser humano sobrevive en el mundo gracias a estos dos entes que tenemos en nuestra mente. Por un lado, las ideas, aquellos pensamientos, verdades, teorías, siempre conscientes, que utilizamos en nuestro día a día para comprender y transformar el mundo, que hoy pueden ser verdad pero se sabe que mañana pueden demostrarse mentira (por ejemplo: ‘una economía basada en el ladrillo es positiva para un país’). Y por otro aquel marco de creencias inconscientes, que no se cuestionan en el día a día, pero sin las cuales no podría vivir ni tener esas ideas conscientes con las que vive diariamente y que en circunstancias normales no se ponen en duda por la gente normal (por ejemplo: ‘cuando me levante mañana habrá salido el sol y la ciudad en la que vivo seguirá existiendo’). Son respectivamente las “ideas” y las “creencias”. Y gráficamente Ortega decía que “pensamos en las ideas pero contamos con las creencias”.
Esto en circunstancias normales puede parecer una elucubración filosófica más. Pero en los momentos de incertidumbre en que vivimos y que se avecinan nos puede ayudar a entender lo que está pasando y va a pasar en España en relación con la política general y con la política social en particular. Lo que había detrás de la queja del político con el que estaba hablando es algo muy serio: hoy no sólo podemos pensar que una parte de nuestra clase política ha dejado de tener claras las ideas conscientes con las que tomar decisiones, sino que también se nos están desmoronando las creencias, ese marco general de principios básicos, inconscientes, sobre el que hemos edificado cada uno de nosotros nuestra vida, sea individual, social o política.
Oímos continuamente a los cuatro ¿cinco ya? partidos mayoritarios que en la nueva legislatura no se van a tocar las políticas sociales; que los gastos en servicios sociales son sagrados; que la atención a personas vulnerables no va a depender de que los ingresos públicos sean más o menos altos. Pero quien nos dice esto ha tomado ya decisiones contrarias a sus palabras en los últimos meses o años, sea en el gobierno central, en los autonómicos o incluso en los municipales. Y si no lo han hecho es porque todavía no han tenido la oportunidad. Y escuchamos a la vez a expertos económicos que sostienen, muchas veces de manera muy convincente, que algunos de los pilares del estado del bienestar en realidad no son sostenibles si no se hacen reformas radicales y profundas.
Por un lado es de agradecer que un político se sincere y reconozca abiertamente la situación en la que nos encontramos, sin un marco claro que le ayude a tomar decisiones. Pero por otro lado es descorazonador. Como decía Ortega, “las ideas se tienen, mientras que en las creencias se está”. Me temo que hace mucho tiempo que a muchos de nuestros políticos les faltan ideas pero lo grave es que ahora ya ni siquiera hay creencias en las que reposar.
Por eso, mientras llegan, es más recomendable que nunca seguir la sugerencia que hacía Ana Lozano en este mismo blog la semana pasada: generemos cambios con pequeños movimientos, creemos momentos de vida y compartámoslos con los demás: #momentosdevida
Crear momentos de vida y reivindicar una pedagogía de la ternura, (desprovista de cursileria y ñoñeria, cuidao!) es algo que urge en estos tiempos inciertos que corren. Sobre esto se aprende mucho en educación social. No se debería escatimar en generar esos momentos porque nos permiten desarrollar resiliencia.
También es importante no renunciar a nuestro lado oscuro. Máxime desde un cargo de tanta responsabilidad como es la gerencia de esta empresa. Seguro que salimos beneficiadas de esa Filosofía con F mayúscula. En definitiva, de las sombras del pasado construimos las luces de nuestro presente y lo que somos.
Lo que mas inquieta de su «entrada» es que pone palabras a algo que ya voy viendo en la política pero que prefiero no pensar mucho. Realmente, me asusta que la política social se vea mas afectada por esta incertidumbre política y este «sin rumbo» a modo de mas recortes, mas precariedad, mas crecimiento de la ya grande bolsa de pobreza, y que, por supuesto, nos veamos afectadas las plantillas…..porque esto afectara a la población mas vulnerable de esta sociedad que cada vez es mayor, con situaciones cada vez mas graves. Si eso llega a suceder, me temo que nos será muy complicado crear «momentos de vida» iluminadores y resilientes y, al final, la desesperanza se extenderá como mancha de petroleo en la inmensidad del océano. Eso si que me preocupa porque una sociedad desesperanzada, es una sociedad que no lucha. Y esto no se puede permitir.
Puedo entender que los políticos lo tengan dificil, pero nadie dijo que fuera fácil hacer politica y poner el foco en lo importante.
Me atrevo a decir, como ciudadana y como altavoz de tantas voces vulnerables, que no nos podemos permitir el lujo de quedarnos con el «no se puede», «yo no sé», cuando hay tantas vidas en juego cada día.
Yo no me lo puedo permitir desde abajo, desde la calle, y desde la base. Y me gustaría que usted, desde arriba, tampoco se conformara con el «no se puede» político.
Dentro de mis creencias, mejores o peores, considero que tanto desde arriba como desde las bases se puede hacer mucho y que la lucha por la eliminación de la pobreza, la vulnerabilidad y la precariedad y la Igualdad debería ser una prioridad para toda la sociedad. ¡Sí se puede!
Gracias por su reflexión.
Hola Carlota, muchas gracias por tu comentario, muy interesante (si te parece nos seguimos tuteando). Yo creo que tenemos que ver este tema no con desesperanza sino con realismo. Conocer lo que hay nos obliga a esforzarnos por cambiarlo y no esperar de manera inocente a que las cosas se arreglen solas o a que nos las arreglen precisamente los que no están preparados para hacerlo. Por supuesto que no podemos conformarnos, yo el primero. Cada uno desde nuestra posición no solo podemos sino que tenemos la obligación de seguir luchando por mejorar la vida de las personas vulnerables a las que atendemos. Así lo haremos, seguro. ¡Seguimos! Un abrazo