La pandemia que vivimos nos ha obligado a todas y todos a una restricción social y vital sin precedentes, pasamos menos tiempo en los lugares de trabajo y mucho más en nuestras casas, casi no nos vemos, tenemos menos actividades sociales y, desde luego, no nos tocamos. Parece que vivimos menos y no terminamos de ver una salida próxima. Pero no hay que perder la esperanza, podemos recordar lo que José Agustín Goytisolo escribió para Julia:
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.La vida es bella tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor tendrás amigos.
Para el equipo de la Cátedra UCM-Grupo 5 Contra el Estigma la situación no es distinta. Trabajamos desde casa, nos comunicamos virtualmente y, en definitiva, trabajamos y vivimos en una situación de aislamiento que empieza a tener unos efectos evidentes. Pero, esta difícil situación no ha impedido que, no sólo sigamos en el camino, sino que los últimos 12 meses se hayan convertido en un período de especial productividad para la Cátedra. A las investigaciones sobre el impacto psicológico de la Covid-19 y todos los materiales de apoyo desarrollados durante este tiempo, ahora sumamos la publicación de una Guía de Buenas Prácticas Contra el Estigma (Muñoz, López, González y Ugidos, 2020), cuyo principal objetivo es el de recoger y explicar de manera útil y clara aquellos indicadores que favorecen el diseño y facilitan la evaluación de las buenas prácticas en la lucha contra el estigma.
Descarga gratuitamente la Guía de buenas prácticas Contra el Estigma.
La Guía comienza definiendo el estigma que afecta a los trastornos mentales y desarrollando sus principales tipos (estructural, social e internalizado), y modelos explicativos que puedan ayudar al lector a sustentar teóricamente las distintas acciones a emprender. Hemos empleado una metodología de triangulación de datos. En primer lugar, hemos querido recoger la opinión de todas las personas implicadas: la experiencia en primera persona mediante grupos de usuarios y familiares que han dado voz a las personas más implicadas (González, 2017), y de la población general, que hemos tomado del estudio Estigmatismo, un estudio previo en población general realizado por Grupo 5 (Martín y Ahaoual, 2019). En segundo lugar, hemos actualizado la literatura científica acerca de la evidencia de las acciones contra el estigma social e internalizado, destacando aquellas variables que han demostrado una mayor eficacia para promover cambios, con una especial atención a la eficacia de las tecnologías de la información. En tercer lugar, hemos considerado aquellas propuestas previas de organismos nacionales e internacionales respecto a lo que se debe considerar una buena práctica.
Fruto de todo lo anterior, hemos definido los componentes esenciales que deben reunir las acciones de lucha contra el estigma que pretendan ser calificadas como buenas prácticas y hemos definido que entendemos por Buena Práctica. Desde nuestro punto de vista, una buena práctica en la lucha contra el estigma es aquella acción o proyecto que haya demostrado su utilidad en alguno de los diversos aspectos de la lucha contra el estigma y sea transferible a otros centros o instituciones, tanto por sus elementos prácticos como por los valores que la constituyen. En esta misma línea, una buena práctica debe reflejar un punto de vista múltiple que incluya distintas miradas.
Nuestra propuesta señala 8 tipos de indicadores o criterios fundamentales para que una práctica pueda ser considerada como buena. La base sobre la que construir una práctica adecuada es que la metodología empleada se ajuste a criterios científicos de calidad, replicabilidad y transferibilidad. En esta misma línea, se deben considerar los conocimientos sobre las acciones que han demostrado eficacia y efectividad en ocasiones anteriores. Una buena práctica tiene que ser sostenible económica, social y ecológicamente. Debe mantener un enfoque ético y deontológico de defensa de derechos de las personas. También resulta del máximo interés seguir un enfoque inclusivo y participativo que dé la palabra a las personas implicadas. Por supuesto, es necesario incidir en un enfoque de género que ayude a eliminar las diferencias de género, a veces muy patentes en este tipo de problemas. Finalmente, la práctica debe buscar el máximo impacto social y debe estar muy atenta a incluir componentes de innovación tecnológica y social que ayuden a promover el cambio en la población.
Nos hemos atrevido a diseñar una Escala de Buenas Prácticas Contra el Estigma que hemos conseguido poner a prueba en algunos de los centros de Grupo 5 (teniendo en cuenta la situación que vivimos, no ha sido tarea fácil). La escala incluye 21 indicadores que cubren los ocho criterios mencionados anteriormente. Su objetivo principal es que se pueda utilizar tanto en el diseño de nuevas intervenciones – a modo de checklist – como en la evaluación y mejora de prácticas ya implementadas.
En definitiva, hemos intentado aportar un nuevo instrumento que colabore a la puesta en marcha de intervenciones eficaces para luchar contra el estigma y por la inclusión de esa mayoría de personas que a lo largo de la pandemia y de su vida se verán afectados por un problema de salud mental.